jueves, 4 de enero de 2018

JUSTICIA, SOMBRÍO PANORAMA

Pero, bueno, ¿cómo es posible? Entonces, ¿España no hace caso de las advertencias anticorrupción que emite el Consejo de Europa? Será que no son suficientes los múltiples casos registrados en nuestro país que han lastrado la actividad política hasta producir un hartazgo considerable de la población que, encuestada a lo largo de los últimos tiempos, ha colocado esta lacra como el primero de los problemas que preocupan a los españoles. O será que los esfuerzos para erradicarla -mejor decir mitigarla- son bastante frágiles y a muchas luces, inapreciables.
El informe emitido por el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) del Consejo de Europa señala que la materialización de las medidas aprobadas en su día es claramente insatisfactoria. Valora el Grupo que los partidos políticos hayan incluido en sus programas electorales determinaciones para combatir la corrupción y que las respectivas formaciones parlamentarias hayan promovido iniciativas que no han servido de mucho, por lo que los resultados prácticos no convencen, de ahí que el informe, más allá de los incumplimientos, tenga un cierto aire recriminatorio.
Así, desde luego, es difícil acabar con la corrupción, recuperar credibilidad y aspirar a que el poder judicial actúe con eficiencia y diligencia. La sociedad española parece conformarse con el dicho 'la justicia es lenta, pero segura' mientras los actores asisten a tramitaciones y juicios que se prolongan de forma desesperante. Poco que discutir en esa vía: los recursos son los que son, los plazos son los que están fijados en la norma y los procedimientos deben ser respetados por principios garantistas.
El caso es que en Europa recelan de lo que se hace en España. El GRECO ya dictaminó varias recomendaciones, especialmente orientadas a la despolitización del poder judicial, a evitar los conflictos de intereses y a mejorar la transparencia. Pero ninguna de ellas se ha cumplido al cien por cien, en tanto que algo más de la mitad se han materializado solo parcialmente.
El panorama, desde luego, es sombrío. Antes del informe, ya se sabía que España figuraba a la cola de la Unión Europea (UE) en lo que a independencia judicial concierne. Por eso se insiste ahora en que “las autoridades políticas no deben estar involucradas en los procesos de selección” de cargos y responsables judiciales. Es decir, se trata de ganar independencia real pero, tal como evolucionan las cosas, el objetivo es difícilmente alcanzable, al menos a corto plazo, mientras prevalezcan las actuales circunstancias políticas. Ni siquiera la reforma del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) convence. Desde Estrasburgo se pide una mayor operatividad en el desarrollo legislativo que fije criterios de máxima objetividad y requerimientos exigibles de evaluación de los altos cargos judiciales.
Así las cosas, una justicia en la que hay que confiar para que la democracia no sufra mermas, se ve condicionada por factores que es necesario superar si se quiere que los escasos avances detectados en el informe del GRECO se transformen en pruebas claras de mejora del sistema, afectado, sin duda, por viejos condicionantes.
Este Grupo, integrado por representantes de cuarenta y ocho países y de Estados Unidos, es taxativo en sus conclusiones: si los resultados que se van cotejando son “globalmente insatisfactorios”, España debe redoblar sus esfuerzos para “alcanzar un progreso tangible lo antes posible”. Antes de que finalice el año recién estrenado, tendrá que acreditarlo.

No hay comentarios: