miércoles, 10 de enero de 2018

AL FINAL, TRAS LA NIEVE, NADIE FUE

El Gobierno ha quedado en evidencia con la situación creada en torno a la nevada que derivó en caos para amargar la pasada Epifanía. A los errores de gestión se sumó la ya popular y recurrente “maldita hemeroteca”, de la que rescataron testimonios reveladores de la contradicción patente. Es lo que tiene la política de vez en cuando, los vaivenes de la ironía. Ocurre una vez que se critica sin piedad una coyuntura adversa y al cabo del tiempo, desde la oposición al gobierno, se vuelve en contra de quien no dudó en acusar de imprevisión y de lo que hiciera falta hasta pedir la dimisión de quienes son considerados los primeros y directos responsables, cuanto más altos en el escalafón, mejor.
Miles de conductores bloqueados, familias en un trance delicado a la espera de que llegara alguna asistencia y pocas soluciones al alcance para superar la incertidumbre... Las imágenes -el algodón de la nieve- no engañaban. Y cuando se desahogaba el malestar ciudadano, surge el “al final, nadie fue”, todo un clásico cuando se concatenan los errores y las omisiones. O lo que es igual: el reprobable juego de pasarse la pelota unos a otros. Que si la Dirección General de Tráfico, que si la concesionaria, que si las competencias... Cierto: al final, nadie fue. Y en aquella autopista de peaje -hasta eso- colas kilométricas, personas desesperadas, comunicaciones interrumpidas y riesgos evidentes. Menos mal que no hubo desgracias personales.
Y tras el caos, las desdichas de las autoexculpaciones formuladas por dirigentes gubernamentales y de las acusaciones de culpabilidad a conductores que se vieron envueltos, entre no haber sido precavidos o no haberse enterado ni haber respetado las recomendaciones y las señaléticas que, según tales dirigentes, se habían establecido. ¿Culpables? Ustedes, los que están al volante, los que se empeñaron en ver a los abuelos o a los parientes, los que quisieron satisfacer caprichos, por muy infantiles que fuesen... Que una parte del Gobierno haya culpabilizado a las víctimas del fenómeno natural desbordado, es, cuando menos, una situación insólita, de una torpeza manifiesta que, incluso, echa a perder la parte de razón que pudiera asistir.
Las comparaciones de las horas -¡qué horas, fechas!- siguientes son un ejercicio llamativo válido para poner en evidencia. Ni las comparecencias parlamentarias a petición propia ni las reuniones urgentes de gabinetes de crisis ni el 'sostenella y no enmendalla' de ministros, director general y ejecutivos de la concesionaria de la autopista. Fue un auténtico sálvese quien pueda, a la espera de que escampase, cuando los documentalistas y encargados de archivo trabajaron sin reserva para ver qué se dijo entonces y qué se dice ahora. Llegó la puesta en evidencia.
A nuestro juicio, la más llamativa es la que tiene que ver con la Unidad Militar de Emergencias (UME), promovida durante su presidencia por Rodríguez Zapatero, que sigue ganando enteros a medida que pasa el tiempo y se comprueba que sus decisiones iban bien encaminadas. Entonces, la oposición del Partido Popular (PP) fue feroz. Hasta llegaron a dudar del cumplimiento de la Constitución en lo concerniente a las funciones de las Fuerzas Armadas. Pues ya ven para lo que sirve la UME: primero, para auxiliar y asistir a quienes se ven envueltos en el casos; y luego, para que un gabinete de crisis adopte el acuerdo de incluirla en los dispositivos que se preparen -un decir- en los fenómenos metereológicos adversos.
Pero eso sí: al final nadie fue. Ni siquiera la petición de disculpas se hizo de forma afortunada.


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