viernes, 29 de diciembre de 2017

RADIO VÍA DIGITAL

El año que se agota comenzó, radiofónicamente hablando, con el apagón de la frecuencia modulada (FM) en Noruega, considerado como un hito en la historia del medio: en realidad, se abría una nueva era, el salto a la tecnología digital. Se empezaba en el país nórdico a escribir la radio del futuro. No es que desapareciera la radio: continuaba viva, latente; eso sí, con un nuevo modelo de negocio fraguándose y con horizontes muy abiertos para revisar a fondo algunos esquemas e incorporar opciones aptas para enriquecer contenidos, captar audiencias y sacudir el mercado publicitario. Los radiooyentes noruegos, desde entonces, fieles al medio, siguen demostrándolo sintonizando los programas tanto de la radio pública como de las emisoras privadas a través de otros dispositivos que funcionan digitalmente.
El fenómeno noruego es una prueba más de que la radio sabe renovarse. La han dado por muerta en varias ocasiones a lo largo de las últimas décadas. El mismo paso de la onda media a la frecuencia modulada tuvo en su día una difícil aceptación pero luego se comprobó que, independientemente de la calidad auditiva, las posibilidades eran inmensas tanto para las grandes cadenas como para emisoras de mediano y pequeño porte. Pero ni la televisión ni internet ni siquiera los periódicos digitales acabaron con un medio de comunicación universal que remontó crisis, conoció épocas de esplendor y desempeñó un papel fundamental en acontecimientos históricos, catástrofes y emergencias.
La radio sigue moviéndose y ahora migra desde sus modalidades convencionales al ámbito digital. Eso sí: debe ser consciente de que esta emisión es más costosa y requiere equipos técnicos que quizás resulten, al menos inicialmente, más gravosos para emisoras pequeñas y las llamadas 'alternativas-libres' o comunitarias. Las consecuencias son fáciles de vislumbrar: el riesgo de que las grandes cadenas acaparen todo el espacio, en tanto que emisoras de menor empaque, aún con mayor capacidad de experimentación, creatividad y riesgo, se vean desplazadas o bastante limitadas en sus propósitos de expansión. Tendrán que idear sus mentores fórmulas asociativas para subsistir y competir pues el paso es determinante: se suprime la recepción de distribución por ondas para alcanzar un modelo digital en el que, además de las emisoras de siempre, también están las radios on line. El cambio, desde luego, es significativo y todo da a entender que hay que subirse a ese tren.
Y hemos de estar atentos, por supuesto, a la evolución del medio en nuestro país. En el decimoquinto Foro de la Asociación Innovación Audiovisual, celebrado en Madrid el pasado mes de enero, convocado para promover la formación, el debate y la investigación de nuevos medios de comunicación, se trató del asunto. Ya se conocen las opiniones de algunos expertos, como la del catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, Luis Miguel Pedrero, quien estima que ya hay “apuestas decididas en distintas emisoras” después de una “reacción recelosa y escéptica” a la migración de la radio al ámbito digital. Insiste el profesor Pedrero en la relevancia que entrañan estos cambios para revisar el modelo de negocio con solidez y fundamento.
Aunque la transición sea lenta, pensemos ya en escenarios y usos futuros, hasta el punto de que el propio Pedrero señala que “ahora, la radio primero se ve y luego se escucha”. Está señalando, claro, el camino de la incorporación de los contenidos visuales a la transmisión, orientado a la captación de audiencias, sobre todo, juveniles. En ese sentido, hay que tener presentes las aplicaciones de radio en dispositivos móviles, con más incorporaciones de servicios que la mera escucha, ya que el usuario, independientemente de las notificaciones, tiene un contenido de imagen y texto que amplía el sonido.
El consumo de radio personalizado, a la vista del éxito de los 'podcast' (distribución de archivos multimedia mediante un sistema de radiodifusión, es otra de las opciones o tendencias que caracterizan la radio del futuro. Que ya está aquí, por cierto.

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