viernes, 9 de junio de 2017

PERIODISMO DE CORRESPONSALÍA

Tenía Gerardo Jorge Machín (Puerto Cabras, 1933-2017) un estilo sin igual y una voz muy personal hasta hacerse inconfundible, aunque Juan Luis Calero se encargó de hacer dudar a muchos radioyentes. Le conocimos en 1991, cuando asumimos responsabilidades políticas informativas en el segundo gobierno de Jerónimo Saavedra. Es frase hecha pero rotunda verdad: se conocía la isla, Fuerteventura, al dedillo. No había visita ni acontecimiento que se escapara de su cobertura informativa. Pero también era de los que convertía en noticia el asfaltado de un camino vecinal, cuando la sequía caracterizaba la actualidad insular y había que cumplir con el informativo o enviar a tiempo la crónica de folio y medio, al principio, por teléfono; luego, por telex; después por fax. También por teleproceso, hasta que la digitalización pudo con todo e hizo que la inmediatez se adelantara. O sea, que Gerardo Jorge Machín conoció casi todos los métodos de la comunicación periodística para mantener a Maxorata conectada con el mundo, desde Diario de Las Palmas, Radio Nacional de España, Radio Atlántico, La Provincia, El Eco de Canarias, la agencia EFE y Televisión Española, que por todos esos sitios transitó sin desmayo, siempre atento y serio, siempre cumplidor, movido por los afanes informativos que le llevaron a ser distinguido con la Medalla de Oro de Canarias. Fue también designado cronista oficial de Fuerteventura por el Cabildo de la isla. Y el Ayuntamiento de Puerto Cabras, como gustaba de decir (por eso respetamos su criterio en la data del encabezado), le concedió la Medalla de Plata del municipio. Fue también presidente de la Asociación de la Prensa de Fuerteventura y Lanzarote.
Gerardo Jorge Machín ejerció el periodismo de corresponsalía, ese que se practica con tesón hasta convertirse en una tarea esencial en el ámbito de la comunicación. El corresponsal, salvando los plenamente profesionales de grandes medios, agencias o cadenas, era, sobre el papel, una persona modesta, a menudo con otras ocupaciones laborales pero que, por vocación y desenvolvimiento, era capaz de prestar unos servicios extraordinarios para hacer llegar la información y hasta para crear hábitos entre los destinatarios de sus mensajes. En el corresponsal siempre hubo algo de romanticismo y ternura. En cualquier caso, debía superar el handicap de localismo que, con mayor o menor justicia, le estaba atribuido. Cuando ya estaba consolidado, era respetado y empezó a formar parte de cierta grey que accedía a actos públicos y se codeaba en ciertos círculos.
Jorge Machín, el hombre de voz inconfundible, ofició de celoso guardián informativo. Periodismo de corresponsalía, ese tan difícil de englobar y tan exigente a la vez, lo ejerció con solvencia. Es natural que en Maxorata y allí donde trabajó lloren su pérdida.

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