martes, 9 de mayo de 2017

MÁS VERDAD

El pasado Día Mundial de la Libertad de Prensa dio para un generoso debate, entre lo reivindicativo, los propósitos y la deontología como soportes. De nuevo, alusiones al periodismo sin presiones, el que teóricamente propiciaría un auténtico periodismo en libertad; y la función de los medios, estudiada en planes educativos en busca de mentes críticas para tiempos críticos, otro de los lemas predominantes. En efecto, se trata de cultivar el papel de los medios para el avance de sociedades más pacíficas, justas e inclusivas. (Por cierto: el asunto está relacionado con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan ambicioso de quince años que compromete a los Estados Miembros de las Naciones Unidas y a sus organismos especializados a trabajar por la prosperidad, la paz y el desarrollo a nivel mundial. El papel del periodismo, según señalan algunos profesionales, es central para alcanzar el Objetivo 16 de la Agenda, que aspira a facilitar el acceso a la justicia para todos y a crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas).

En el seguimiento de las aportaciones al debate, nos quedamos con una de aparente obviedad en el título, “Las noticias falsas no son periodismo”, pero de indiscutible interés entre tanto sesgo, entre tanta manipulación, entre tantas invenciones y entre tanta posverdad como, tristemente, se va imponiendo.

Lo ha escrito Irina Bokova, directora general de la UNESCO, una de las mujeres más influyentes en el mundo durante 2016, según la revista Forbes, quien plantea, abiertamente, los desafíos que han de afrontar los profesionales del periodismo en nuestros días. Dice Bokova: “Las noticias confeccionadas a partir de una investigación rigurosa y con datos verificados compiten contra contenidos compartidos en redes sociales que a menudo están muy lejos de apegarse a estándares periodísticos de calidad. Es en las redes sociales donde más vemos que el número de clics y la supuesta primicia predominan sobre las noticias y los comentarios debidamente verificados. Todo ello complica todavía más la defensa de la libertad de prensa, la cual continúa siendo reprimida injustificadamente en varios lugares del mundo”.

Además de las redes sociales, habría que añadir los canales emisores no convencionales -algunos, incluso, ilegales- y los subproductos mediáticos, surtidos para satisfacer diversos intereses. Ahí también abundan las falsedades y no digamos las opiniones derivadas que, aunque libres, suelen dar pie a insultos, descalificaciones y hasta difamaciones.

Irina Bokova, tras destacar que el periodismo desempeña un papel esencial para la sociedad, concluye que las noticias falsas no son periodismo a partir de que “la información fruto de una investigación rigurosa y con datos verificados compite contra contenidos en redes sociales que, a menudo, están muy lejos de ajustarse a estándares de calidad”. Por consiguiente, hay que trasladar a la ciudadanía noticias confiables y ofrecer información verificada para que la gente se forme una opinión propia y bien fundamentada. “Es un proceso que contribuye a forjar nuestra identidad, nos ayuda a entender el mundo y contribuye a generar cambios significativos para construir un futuro mejor”, escribe la señora Bokova.

Convenimos en que el periodismo libre e independiente fortalece la democracia, la justicia y el Estado de derecho. Y por supuesto, somos conscientes de que el periodismo es necesario para combatir la desigualdad económica y alinearse con otras causas como pueden ser los derechos de la mujer y la lucha contra el cambio climático. De ahí, el repudio a las noticias falsas, antes conjeturas y supuestos; ahora, carne de publicación precipitada y fines espurios. La directora general de la UNESCO es tajante al respecto:

“Cada ciudadano tiene capacidad para influir en la calidad del ambiente informativo que lo rodea. Las noticias falsas seguirán reproduciéndose si consideramos que una noticia es noticia sólo porque lo parece. La ausencia de pensamiento crítico únicamente acelera su propagación. A través de la alfabetización mediática e informacional se pueden crear defensas para combatir este fenómeno en cada individuo”.


Más rigor, más autoexigencia, más ética. Más verdad, en definitiva. Lo otro no es periodismo.

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