miércoles, 12 de abril de 2017

COSME YANES, EL ADIÓS DE UN PUNTAL

En el único ingreso hospitalario que personalmente hemos experimentado, Cosme Yanes era el enfermero, el que nos atendió en horas nocturnas preparándonos para una intervención felizmente superada. Cosme, con aquel corpachón embutido en una bata clínica, era todo amabilidad y ánimo.
En aquela lejana primavera del 82, con Jaime Lusinchi aspirando a la presidencia de la República (entonces no Bolivariana) de Venezuela, ya sabíamos de su vocación por la lucha canaria. Junto a su hermano Santiago, mantenía encendida la llama del deporte vernáculo en el Puerto de la Cruz, en Punta Brava, para ser exactos, el barrio donde destacaron Marino, los hermanos Díaz Tena, Antonio Pérez, Batista y tantos otros, entre ellos Regui y Donate. Aquella inolvidable formación del Atlante con Pepe Botella y Próspero; la cercanía con el latente núcleo de Las Dehesas; las post-luchadas junto a Benito y Guillén, en el Casino; los esfuerzos de cada temporada para fichar al puntal y garantizar la categoría; las nutridas presencias de extranjeros en el parque San Francisco; el papel activo en aquel proceso de autonomía de la lucha canaria en el que tanto tuvo que ver Eligio Hernández, todavía juez, y que impulsamos desde Radio Popular de Tenerife; las gestiones inacabables para disponer de un terrero propio donde entrenar y competir; las rifas periódicas para contar con unos mínimos fondos y la dedicación de su hermano Santiago, que lleva el nombre, por cierto, del espacio polideportivo ubicado en Punta Brava, el mejor y más justo homenaje de reconocimiento que se le podía tributar.
Todos esos elementos formaron parte del hilo conductor de la lucha que nos unió entonces y recobró vigor años después, cuando asumió las riendas del club -esas que nadie quería- y nos empeñaba -ya desde la alcaldía- en la materialización del proyecto de un terrero que encauzara la práctica luchística en la ciudad, cuya fase previa se centró en la dotación de una instalación provisional, muy digna, eso sí, en los dominios de Loro Parque.
Si Cosme Yanes repartía los carteles, anunciaba los encuentros en la megafonía de su vehículo, vendía las entradas y despachaba hamburguesas en el recinto, lavaba equipajes y llevaba al médico a los lesionados, si era un directivo o un presidente para todo, era justo que insistiera con el proyecto, para desbloquear trabas en otras administraciones, para afinar detalles con los constructores y para lograr que, finalmente, la instalación se correspondiera con los nobles propósitos de contar, por fin, con un terrero apropiado.
Ahora se reencuentra con su hermano Santiago, con limpieza en la mirada, y volverán a hablar de fichajes, de cantera imposible, de afición decadente, de puntales que no se mueven si no cobran y de la vestimenta adecuada.
Cosme Yanes, practicante en su día y dirigente baqueteado del deporte vernáculo, nos dejaba ayer. Se fue un puntal, de los que se necesita fuera de los terreros. Una pérdida sensible, en efecto, para la lucha y para su pueblo. Lucha en paz.

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