jueves, 16 de marzo de 2017

¿CÓMO Y POR QUÉ FRACASÓ EL 'TIME-SHARING' EN EL PUERTO?

1987, Puerto de la Cruz. Un fenómeno de comercialización de alojamiento turístico lleva varios meses alterando los monótonos y convencionales esquemas del negocio. Tibia respuesta de los empresarios, pese a que sus firmas son las más afectadas. Desbordadas las autoridades que, ante el vacío legal, no saben muy bien por dónde atajar. Y a medida que pasaban las semanas, los métodos de venta de los operadores contratados para los menesteres en plena vía pública o en los exteriores de establecimientos públicos y privados muy frecuentados, se hacían cada vez más agresivos.
El 'time-sharing', traducido como ocio compartido, causaba furor en la ciudad de hace treinta años, todavía en una posición puntera en el mercado. El fenómeno, consistente en compartir durante un tiempo una propiedad, con opciones de hacerlo en otros destinos, se extendía a gran velocidad. Las quejas de turistas acosados menudearon. Los comerciantes de los alrededores de los puntos de venta también expresaron su malestar. Los periódicos, ante lo inusitado de la situación, a verlas venir. Los consumidores elevaron las denuncias mientras las autoridades responsables no sabían bien dónde tramitar. Las compañías del sector, a la vista de la tibia oposición, institucional y social, fueron apretando el acelerador en aquellos rumbos que, aparentemente, dejaban pingües dividendos.
Treinta años se han cumplido de aquella polémica aparición de esta fórmula que procedía de otras latitudes y de otros destinos turísticos. Desde el Puerto de la Cruz se extendió al sur de la isla y a otros núcleos del territorio canario, donde pareció implantarse mejor o con más facilidad. Con sentido de perspectiva histórica -han pasado tres décadas- cabe preguntarse -es que no hay análisis rigurosamente elaborados al respecto- por qué fracasó y quién perdió aquella lucha por penetrar en un mercado a cuya línea de flotación disparaban sin rubor.
Recordamos algunos testimonios de la época: es difícil actuar en plena vía pública contra alguien que no está cometiendo delito (policía); es complicado oponerse a esta modalidad de negocio en un modelo económico de libre mercado (empresariado); hay que legislar para regularizar cuanto antes esta fórmula y saber a qué atenerse (políticos); seguro que no me permitirían tener vendedores callejeros (comerciantes).
Aquel mes de marzo de 1987, la Asociación de Empresarios Hoteleros y Extrahoteleros de Tenerife (ASHOTEL), cuando crecían al malestar y la incertidumbre, convocó en el hotel Botánico una sesión de trabajo cuya conclusión fue tajante: oposición unánime al 'time-sharing'. Así titulaba Jornada, a cuatro columnas, una referencia de la reunión, a la que asistieron el director general de Ordenación e Infraestructura Turística del Gobierno de Canarias, Pedro García Artiles; la directora territorial de Turismo, Rosa María Luengo Barreto; el presidente y el gerente de ASHOTEL, Felipe Machado del Hoyo y Eduardo Solís, respectivamente. Estuvieron presentes, según el testimonio periodístico, numerosos empresarios y hoteleros de la ciudad turística y de otras localidades tinerfeñas.
El 'no' rotundo derivaba de “los enormes perjuicios causados al sector”. La crónica del acto aludía a que, al haberse constatado la influencia y la expansión de la fórmula para compartir la propiedad, ello “ha permitido comprobar sus efectos a corto y largo plazo”. También coincidieron los asistentes en que con el 'time-sharing' “no se repiten las visitas como habitualmente se vienen realizando con el sistema tradicional y normal de contratación hotelera”. La información de Jornada precisa que “el turista que viene por primera vez a Tenerife, en particular; y a Canarias, en general, suele repetir y se duda mucho que con la modalidad anteriormente indicada suceda lo mismo”.
Los representantes gubernamentales convergieron en la voluntad de legislar sobre el asunto, o elevar iniciativas, en tal sentido, a las Cortes Generales. “Por otro lado -añade la reseña- se hizo una valoración de las medidas que se han puesto en marcha en Puerto de la Cruz, para eliminar la práctica de distribución clandestina de material publicitario y ejercer la venta en sus calles”.
Los representantes del sector turístico y de la todavía incipiente Administración autonómica hablaron de la necesidad de concretar el planteamiento urbanístico de las ciudades y la reglamentación de las ofertas de ocio, en los destinos turísticos. Es decir, lo que años más tarde se identificaría como el modelo de ciudad y de desarrollo económico.
Al cabo de tres décadas, no se sabe muy bien el alcance económico de los perjuicios, o lo que es igual, el volumen de las reclamaciones. Tampoco la suerte que corrieron los inmuebles y las edificaciones (al menos, tres antiguos hoteles de distintas categorías fueron reconvertidos) -en algunas de las cuales acometieron obras de reforma y mejora- dedicadas a la explotación de esta fórmula.
¿Cómo y por qué fracasó el 'time-sharing' en el Puerto? Buena pregunta. Desde luego, el oscurantismo que lo envolvía, las posibilidades reales de un fraude gigantesco y el agresivo método de ventas o de captación de clientes sustanciaron su inviabilidad.

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