miércoles, 22 de febrero de 2017

LA CURIOSIDAD DE ALCÁNTARA

Ha pronunciado el periodista y escritor Manuel Alcántara una de esas frases que se convierte en axioma: “Siempre, mientras haya curiosidad, existirá el periodismo”.

Alcántara es un clásico, uno de los grandes, a quienes leíamos con fruición en los años setenta, en la etapa de plena dedicación al periodismo deportivo. Una crónica suya, en Marca, era como una suerte de antesala de literatura. La adjetivación, la metáfora comprensible, la elegancia en la escritura eran cualidades de quien aportaba originalidad y sello propio, especialmente en disciplinas tan complejas como el boxeo. Junto a Fernando Vadillo, Antonio Valencia y Jesús Fragoso del Toro, uno de los admirados maestros. Y muy cerca de nosotros, un alumno aventajado, Antonio Salgado Pérez (Ansalpe), autor de excelentes trabajos sobre el pugilismo canario, que conocía al dedillo.

“El poeta que abandonaba el verso para bajar al ring a escudriñar historias con su estilo propio”, le definió Enrique Delgado Sanz, en un despacho de la agencia Efe en ocasión de la presentación de la obra La edad de oro del boxeo (Libros del KO), coordinado por los periodistas Teodoro León y Agustín Rivera. “El buen cronista convierte el episodio en mitología y Manuel Alcántara transformaba el boxeo en un poema homérico”, dijo a propósito Juan Soto Ivars, en elconfidencial.com. Agustín Rivera, precisamente, señaló que Alcántara “escribía sus crónicas con un solo guante”, afirmación que le permitía distinguirle de otros cronistas, acaso menos apasionados, pues “no se cegaba con patriotismos y siempre esgrimía la justicia, hasta contra sus amigos boxeadores”. Y es que el periodista, cuando comenzó con sus reseñas pugilísticas, ya era Premio Nacional de Literatura.

Bueno, pues ese Manuel Alcántara propina ahora un sutil golpe, con un solo guante, un uppercut certero invitándonos a la curiosidad para mantener encendida la llama del periodismo, sometida a casi todos los soplos que en el mundo han sido -el último, el del mismísimo presidente de los Estados Unidos- para sufrir el apagón, pero nunca el tiro de gracia. Y para ello, insiste en la función de formar, tan importante como la de informar, seguro que con la intención de cultivar intelectos sanos, interesados (curiosos) y críticos.

Fue la cuentista y poeta norteamericana Dorothy Parker la que sentenció que “la curiosidad no se cura con nada”, aunque Pedro Almodóvar es quien se enorgullece de que la naturaleza le haya dotado de “una curiosidad irracional hasta para las cosas más nimias... La curiosidad es lo único que me mantiene a flote”. Seguro que el maestro Alcántara brindaría con la afirmación de Parker y si bien igual no comparte la irracionalidad de la que habla el cineasta, lo importante es que los propios cambios que están produciéndose en los medios de comunicación, en un frenético devenir, deben ser examinados con curiosidad, pues tal como ha señalado, “en este oficio hay que renovarse diariamente”.

Ya saben: cultivando la curiosidad para que el periodismo sea eterno. Nada mejor que un poema del autor malagueño (Si vivir consistiese en darse cuenta) para entenderlo:

Si vivir consistiese en darse cuenta,
ganar el corazón, perder el hilo,
mostrarle el pasaporte a los espejos,
ponerse a hablar de usted consigo mismo,
volver por las aceras sin memoria,
demorarse en los labios conocidos,
si vivir fuera sólo estar sobrando,
estar de más, estar más que perdido,
saber que no hay remedio, que los dioses,
famosos por sus sombras y sus signos,
ya planearon sus crímenes perfectos,
sus crímenes sin rastro y sin motivo,
si vivir consistiera en aquel tiempo
en el que no queríamos morirnos,
si vivir fuera ser un extranjero
que llega a amar mucho a un país distinto,
si vivir no tuviese consistencia,
sólo un momento dado y no pedido,
si los muertos se mueren, que se mueren,
nadie, nunca jamás, estuvo vivo.

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