martes, 10 de enero de 2017

CUESTIÓN DE ÉTICA Y DE DIGNIDAD



Casi lo de menos es que afloren contradicciones en las manifestaciones públicas de altos cargos del Partido Popular (PP), Rafael Catalá y Esperanza Aguirre, por ejemplo, o que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dé el asunto por sustanciado, “hace muchísimos años”. Lo tremendo es que pasen los días y las familias de las víctimas del accidente de un avión militar en Turquía alarguen su sufrimiento después de que el Consejo de Estado dictaminara la responsabilidad del Ministerio de Defensa en el siniestro. Ni hay dimisión de quien fuera entonces su responsable (hoy embajador en Londres, Federico Trillo) ni hay perdón, bajo la peregrina idea de que eso significaría, poco menos, otorgar la razón a los familiares. Todo eso no es de recibo.
El dictamen del Consejo de Estado es terminante: el Estado no puede desentenderse de la obligación de asegurar en la medida de lo posible el conjunto de las gestiones de la contratación formalizada para el transporte de las tropas. Las circunstancias que se han ido conociendo tras las investigaciones sucedidas al accidente revelan algo más que deficiencias (Es para temblar lo del falseamiento de las identidades de unos treinta fallecidos). El respeto a las víctimas debería empezar precisamente por el reconocimiento de cuantas irregularidades se acumularon para la desgracia consumada. El pronunciamiento del Consejo de Estado deja poco espacio para las dudas.
Por eso, el sufrimiento no debería alargarse. Alguien tiene que asumir la responsabilidad política antes y después del accidente. Es el Gobierno el que debe tomar la iniciativa, sabiendo que ni se podrá devolver la vida ni es cuestión, como han dicho los familiares, de pedir más dinero. Estamos ante una cuestión de ética política que ya no admite dobleces, tras todos los errores -y algo más- cometidos.
Una cuestión de ética y de dignidad.

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