martes, 27 de diciembre de 2016

CONTRA EL FRAUDE Y LA CORRUPCIÓN



Iniciativa en el Ayuntamiento de Madrid para abrir una Oficina contra el fraude y la corrupción. Bien. Plausible. Esos males de nuestro tiempo, que tanto daño han causado y causan a la sociedad y a la credibilidad política, deben ser combatidos con aquellos recursos que los propios poderes públicos sean capaces de poner en marcha, siempre desde el Estado de derecho. Se trata de “proteger al Ayuntamiento y a todos sus funcionarios de conductas delictivas y presiones inaceptables”.
Decir a estas alturas que la corrupción es una lacra resulta una obviedad aplastante. Pero hay que insistir en que los políticos sean los primeros en dar ejemplo y adoptar medidas terminantes para erradicarla. Difícil, claro que sí, porque la condición humana es la que es, y la corrupción existe desde la noche de los tiempos. Pero hay que perseverar. Lo ha dicho Purificación Causapié, portavoz socialista en el Ayuntamiento madrileño: “O acabamos con la corrupción o la corrupción acabará con la democracia”.
Parecerá tajante la declaración, y todo lo que ustedes quieran, mas hay que interpretarla conscientes de que es la propia política la que se ve muy afectada. Ese rechazo, esos desapegos, fruto de tantas cosas, tiene en la corrupción otro hecho nutriente que es preciso erradicar. Porque los daños de la corrupción son evidentes allí donde quiera que sea descubierta y probada. Claro que socava los principios de la convivencia y de la democracia. No puede ser una “cultura” que se acepte sin más. Para colmo, si también contribuye, como dice Causapié, “a drenar recursos públicos que deberían destinarse a combatir la pobreza y la desigualdad”, es que se lleva por delante al mismísimo Estado del bienestar, bastante menoscabado ya con política y reducciones poco favorecedoras.
Una Oficina contra el fraude y la corrupción en el ámbito municipal. Otra medida para erradicar ciertos vicios y ciertas prácticas. No es la panacea definitiva pero es otro avance.

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