martes, 1 de noviembre de 2016

MÁS AUTOESTIMA, MENOS INQUINA

¿Por dónde deberían empezar los socialistas algo que, dadas las circunstancias, quedaría conceptuado como la reconstrucción?

A pensar en positivo, por ejemplo, aquellos que aún conserven la fe militante y sean leales al compromiso ideológico. Todo lo ocurrido, cargado de tantos errores, es el ejemplo de lo que no se debe hacer en una organización política en la que primen los personalismos, antepuestos a estrategias que, sin sólidos elementos, solo pueden conducir a desastres. Inválidas, por tanto, para acceder al poder.

Podrían comenzar por asumir la inutilidad de debates (principalmente en redes sociales) que empiezan con “y tú más” y terminan con un cruce de insultos y descalificaciones, cuando no de infamias. Muchos socialistas han malgastado tiempo e ideas en vilipendiar a compañeros cuando lo que se requería era una aportación de cordura y sosiego, de respeto y de alternativas hechas desde la racionalidad. Pensando más en la persuasión para ganar espacios políticos y respaldos socielectorales antes que en el desprestigio o el aniquilamiento de los propios.

Deberían profundizar en su sustrato ideológico para hacer frente a problemas como la corrupción o el contagioso desapego a la política con un bagaje en el que haya algo más que la algarada populista, el radicalismo negacionista o la desacreditación soez. Más autoestima y menos inquina, que del encono ya se encargan otros, para los que todo vale. Ya habrán comprobado que sobran los dedos de la mano para contar a quienes han expresado un reconocimiento a la actitud constructiva de querer desbloquear la situación e impedir unas terceras elecciones en plenas celebraciones navideñas. Y miren que había sectores y opinadores que clamaron y presionaron para que el Grupo Parlamentario Socialista se abstuviera, como así ocurrió con parte de su composición, prolongando la catarsis. La política, ya lo hemos escrito, es una colección de ingratitudes.

Habrían de hacer todos los ímprobos esfuerzos con tal de recuperar valores con los que volver a vertebrarse, sintiéndose parte proactiva de una organización que es alternativa de poder, que tiene una sólida experiencia gubernamental y de oposición, que es sostén del sistema de convivencia democrática, que sigue acaparando la confianza de miles de ciudadanos y que ha desempeñado, en esas coordenadas, un papel protagónico en la historia de España.

Practicarían más respeto y menos intolerancia, conscientes de que hay cualidades que se aprenden y se cultivan dentro. Ya han visto la sangría de descontentos y deserciones (la vía más fácil) y habrán comprobado que con recelos y flagelos en modo multiplicación no se avanza; al contrario, se contribuye a ampliar la fractura. Más lealtad y menos vicios en los que predominen los codazos.

Es un proceso arduo el que se avecina para el socialismo español, entre la búsqueda del liderazgo, la dirección cualificada y la reconquista de la credibilidad. Pero no hay otra opción que afrontarlo, teniendo muy presentes los tropiezos y los errores. Y que hay que hacer honor -no lo olviden los más jóvenes y los más descontentos- a una organización centenaria.


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