viernes, 7 de octubre de 2016

MUSEO

El Museo Arqueológico Municipal del Puerto de la Cruz cumple veinticinco años. Es una fecha que no debe pasar inadvertida aunque los portuenses, salvo excepciones, han acreditado tener escaso apego a sus recursos y valores patrimoniales. Y eso que, en el caso del Museo, es innegable, tal como enfatiza su infatigable directora-conservadora, Juana Hernández Suárez, que fueron parte activa de su génesis, que data de los años setenta del pasado siglo hasta materializarse en 1991. Hasta tres mil firmas fueron estampadas para impulsar no la reapertura de una sala de arqueología, germen de la iniciativa, sino la creación de un nuevo museo, con propiedades de tal y sede estable, ajustado a las colecciones de las que se disponía y a los avances culturales y científicos de la época. Repasando la trayectoria, podría hablarse de una historia de tenaz empeño popular sustanciada en un atractivo modelo de proximidad social. La sensibilidad y el entusiasmo de Paco Afonso, siendo alcalde, fueron determinantes.

Pues ya han trascurrido veinticinco años, en los que no han faltado penurias que hicieron temer, hace muy pocos años, por restricciones, insuficiencias presupuestarias y otras priorizaciones de gastos, hasta por la zozobra definitiva. Menos mal: su cierre o su pérdida hubieran significado otra prueba de esa extraña capacidad de los portuenses para no mantener hechos o cosas que ellos mismos han creado.

Ubicado en una vieja casona del siglo XIX, adquirida por el Ayuntamiento, restaurada por el arquitecto José Miguel Márquez, y que da a las calles San Felipe y Lomo, el Museo Arqueológico Municipal es una de las dotaciones culturales más importantes de la ciudad y de la isla. Un Patronato regula e innova sus actividades. Buena parte de los fondos proceden de donaciones o aportaciones privadas. Celestino González Padrón, Telesforo Bravo Expósito, la familia Gómez, y los herederos de Luis Diego Cuscoy son nombres destacados en esa historia de veinticinco años y en sus antecedentes. Hay una llamativa colección de cerámica aborigen, restos momificados guanches, utensilios, mapas, maderas, piedras punzones y anzuelos de hueso. Esa colección constituye la mayor y más representativa muestra de alfarería guanche de toda la isla. Con los responsables del Museo nos hemos percatado del celo para investigar en nuestro pasado más remoto y para conferir al “conservacionismo” aplicado al arte el valor que realmente entraña.

Pero el centro también se ha implicado en la dinamización y desarrollo de la ciudad, fomentando, sobre todo, la participación social. Con asesoramiento técnico, con proyectos propios y con actividades que irradian un modelo de trabajo de proximidad social que hace honor a los promotores y ya ha contrastado su repercusión para los fines educativos, culturales y de interacción social en los que viene esmerándose. Es un trabajo constante que requiere de apoyo y atención, no la que se da por sobreentendida en aniversarios y conmemoraciones, sino los que deben prestarse de forma regular y constante para la educación patrimonial y el fomento de la cultura en forma de actividades como el Beñesmén, ya convertido en un clásico, tendentes a promover el aprendizaje, conjugando el carácter educativo con el estímulo emocional.

Ya son veinticinco años. Hay muchos surcos. Hay mucha simiente. Hay muchos registros. Los portuenses deberían ser más conscientes y sensibles a esos valores.


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