jueves, 5 de mayo de 2016

NUEVA POLÍTICA

Entre las secuelas del fracaso que significó no alcanzar un acuerdo global de gobernabilidad tras los últimos comicios legislativos, hay que consignar la presumible desmotivación de amplios sectores de población que si ya habían dado muestras de desafección política -acaso mitigadas por la irrupción de nuevas formaciones y el interés en propiciar un nuevo escenario- ahora es probable que hayan encontrado la disculpa perfecta para expresar su desapego o, mejor dicho, para desentenderse del proceso que se avecina.
Lo dicho no equivale a un vaticinio de abstencionismo creciente. Todo lo más, de lo que se trata es frenar la desmotivación, de impedir que la gente se desentienda con ideas simplistas como ‘todos son iguales’ o ‘de qué sirve mi voto’. No solo no son iguales sino que el ejercicio del sufragio tiene que valer, sean cuales sean las circunstancias, para fortalecer la participación ciudadana y para hacer madurar la democracia. Cada convocatoria a las urnas tiene que ser correspondida, que para eso la libertad de elegir se mantiene incólume.
No es positivo, por tanto, refugiarse en el pasotismo o en el derrotismo, estados de ánimo muy propios para terminar eludiendo responsabilidades. Por mucho descontento que haya generado todo el frustrante proceso -en el fondo, un fracaso colectivo, como han reconocido todos, aunque el PP con la boca chica- seguido tras el 20-D, el propio sistema marca el camino subsiguiente: más democracia para resolver los problemas y las discrepancias de la democracia.
¿Sirve de algo la desmotivación, resuelve algo? La respuesta es negativa. Hay situaciones que requieren de pasos determinantes y esta es una de ellas. Cierto que los electores no tienen culpa. Y que los partidos tienen que asumir la parte que les corresponda. Y si no hay cultura pactista, pues tendrán que esmerarse -con una labor pedagógica como hasta ahora no la han practicado- para hacerle ver al personal que las opciones de gobernabilidad pasan por el diálogo, la transacción y el consenso. Después, ya se verá cómo gestionan y administran pues igual lo hacen bien y estarían pariendo la nueva política.

Esa sí que lo sería.

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