martes, 12 de abril de 2016

FULGOR Y RECAÍDA DE MARIO CONDE



En la letra de uno de los más célebres corridos mejicanos dedicado a Joaquín Murrieta, puede leerse:
“A los ricos avarientos
yo les quité su dinero,
con los humildes y pobres
yo me quité mi sombrero.
Ay qué leyes tan injustas
por llamarme bandolero”
Vaya por delante que no hay intención alguna de comparar la legendaria figura con el ex banquero español Mario Conde. Todo lo más: la utilización parcial del título de la obra de Pablo Neruda para introducir esta entrada, alusiva a una nueva detención de aquél tras haber cumplido una condena de once años de prisión.
Rescoldos de entonces, de aquella trama de irregularidades en las aventuras financieras incontroladas de los años ochenta, o aparición de nuevas presuntas comisiones delictivas, como es el blanqueo de capitales, a partir de su repatriación, lo cierto es que la figura de Mario Conde ha terminado de desmoronarse. Algunos aún le ponderaban en pantallas amigas, pese a que la falta de escrúpulos era más que evidente. ¿Qué dirán ahora? Sobre todo, si se repasan las lecciones (¿lecciones?) de ética y moral que impartía en aquéllas, para gozo de sus interlocutores y defensores.
Hemos leído que la doctora en letras hispanas, Yanira Paz, en un ensayo dedicado a Neruda e Isabel Allende, contradice la figura épica tradicional de Murrieta hasta considerarle un “anti-héroe, un personaje del que hay que liberarse”.
Va quedando poco del dudoso fulgor de Mario Conde en su actuación bancario-empresarial-profesional. La nueva detención, a la espera de las consecuencias judiciales, confirma que el personaje no era de fiar, por mucho victimismo del que hiciera gala. Los hechos que ahora han motivado esta nueva detención confirman que llevaba mucho tiempo engañando a la justicia y que su falta de escrúpulos en esto del manejo del capital es evidente. No se conformó con hundir Banesto -de consecuencias perniciosas para clientes, sistema y sociedad en general- sino que ahora hacía circular fondos de procedencia ilícita. Una joya, desde luego. Además quería entrar en política. ¡Si te coge!
Lo dicho por Yanira Paz: hay que liberarse del personaje. Tanta inteligencia para conducirse así…


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