viernes, 22 de abril de 2016

EL MURO Y LA JUSTICIA

Un juzgado de lo contencioso-administrativo de Santa Cruz de Tenerife ha determinado que el antiguo muro de San Telmo, derruido durante la ejecución del proyecto denominado “Mejora y acondicionamiento del paseo” (del mismo nombre), no era tan histórico. “Una antigüedad no superior a cuatro décadas”, se recoge en la sentencia. La resolución judicial hace un peculiar razonamiento: “Una cosa es que se ejecutara un muro en el paseo de San Telmo alrededor del año 1767 y otra distinta es que el muro de 1767 fuera el muro actual...”, puesto que “las distintas intervenciones que se han producido a lo largo de la historia lo han destruido definitivamente”. De ahí que se concluya que la antigüedad del preexistente no superara las cuatro décadas”.

Un razonamiento técnico-histórico para abundar en la decisión del juzgado: la intervención registrada en 1975 “no fue respetuosa con el contenido de la Carta Internacional sobre la conservación y restauración de monumentos y sitios, conocida como Carta de Venecia de 1964”, según dictamen histórico del profesor Darias Príncipe, por lo que cabía ser considerada como una obra nueva.

La Plataforma Ciudadana Maresía respeta la sentencia pero no la comparte. Maresía enarboló la defensa del muro, basándose en criterios muy razonables que argumentaba entre el uso social y la utilidad pública, sin renunciar a los valores paisajístico, patrimonial y artístico. La plataforma logró movilizar a numerosos ciudadanos que se manifestaron y expresaron su disconformidad. Es una de las muy escasas respuestas de sensibilidad que los portuenses y allegados han dado en materia de conservación y defensa de su patrimonio y personalidad urbanística. Se personó en la tramitación del proyecto, lo hizo de forma constructiva, ponderó los aspectos positivos de la actuación y agotó, hasta la vía judicial, los soportes de razón que la asistían. Ahora, por evidente falta de recursos económicos, ni siquiera apelarán esta decisión del Contencioso-Administrativo. Pero habrá que agradecer a los componentes de Maresía la lección de coherencia que ha dado, su compromiso con valores que incumben a todos y su afán de participación activa, a sabiendas de que las circunstancias eran desfavorables. Que se tenga en cuenta su iniciativa, su constancia para que se visualizara su afán, incluso en domingos y festivos: en un pueblo indolente y en buena medida adocenado, donde unos pocos ablandabrevas imponen su particularísima visión sin importarles la facha, Maresía defendió lo defendible sin violencias, amenazas ni estridencias, con razonamientos y con criterios. La justicia -y la práctica ejecución de las obras- da por cerrado el caso. A ver si hay sensibilidad y conciencia para impedir que el maltrecho patrimonio del Puerto de la Cruz siga sufriendo fracturas, daños y destrucción.

Porque lo ocurrido, en cualquier caso, ha propiciado, según su propio discurso, la desaparición del muro histórico tratado con mimo en 1976 por César Manrique; la progresiva eliminación de buena parte de la obra arquitectónica, decorativa y artística del artista lanzaroteño; la destrucción irreparable del pavimento de canto del río blanco, loseta idónea tanto para la calle como para el solarium, invención manriqueña, única en el mundo; y la privación definitiva del carácter social del paseo y de la explanada contemplada en la citada Carta de Venecia de 1964.


Que el muro -tan estimado tras la publicación de centenares de fotos en redes sociales- y el paseo no figuren en el decreto en que delimita el Conjunto Histórico del Puerto de la Cruz hasta parece anecdótico.

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