viernes, 15 de abril de 2016

BLANCO SOBRE NEGRO

Uf!! Delicada, delicadísima tesitura para el ministro canario José Manuel Soria. El escenario y sus circunstancias son muy desfavorables, pese a que el Gobierno, casi en pleno, haya expresado públicamente la confianza en su quehacer, pese a los errores cometidos y su aura de controversia permanente. Soria es víctima de los revolucionarios papeles de Panamá que no dejan indiferente a nadie; al contrario, alimentan morbo, curiosidad (sana y de la otra) y van dejando cadáveres en el camino.
No es que las pruebas que van apareciendo sean concluyentes a la hora de vislumbrar si hubo comisión delictiva o no. Pero éste es un problema de ética y de estética, que se enreda a medida que se ofrecen nuevas explicaciones o se publica otro dato, firmado o interpretable. Queda la opción de la comparecencia en sede parlamentaria, acaso la madre de todas las posibilidades de salir airoso en un trance indeseado. Toda la persuasión, toda la convicción y toda la documentación puede que sean insuficientes para despejar las incógnitas, superar las contradicciones y hacer tragar las palabras y la escritura de quienes han elevado el listón crítico hacia el ministro de Industria, Energía y Turismo -no es un ministro cualquiera- posiblemente en un viaje sin retorno, a la vista de cómo ha ido evolucionando la situación.
Los vientos soplan en contra del ministro Soria y lo hacen fuertemente en contra del partido gubernamental, asaeteado por una incesante casuística relacionada con la corrupción en medio de un país para el que ya no existe capacidad de asombro con esta materia, casi pan nuestro de cada día, dánosle hoy. Le honra haber querido ser consecuente, o sea, dar explicaciones públicas una vez su nombre (o apellido) fuera detectado entre los papeles malditos. Quizás se precipitó, pudo haberse pertrechado mejor desde el punto de vista argumental. Las prisas volvieron a ser malas consejeras pues luego le ha resultado difícil manejar los tiempos y no incurrir en contradicciones y omisiones mientras la ola le envolvía. Y después entra en juego la credibilidad, claro, con la que se puede hacer funambulismo pero es un ejercicio arriesgado y para el que no se tienen garantías eternas. Tendrán el ministro y su partido que evaluar las consecuencias de su comparecencia si es que al final se consuma. Todo puede suceder. Puede que en medio de todas las crisis, ésta sea una prueba, acaso la definitiva: blanco sobre negro.


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