jueves, 3 de marzo de 2016

EL CIERRE DE HERNANDO

No es frecuente y quizá por esa misma razón haya que destacarlo: en el fragor dialéctico de los debates políticos, brota una voz, un testimonio o un discurso que se aleja de los dicterios y de las descalificaciones que se entrecruzan. Es lo que ocurrió ayer con la intervención del Grupo Parlamentario Socialista, Antonio Hernando, en el debate de investidura: fue la postrera tras los turnos de los otros representantes, enfrascados en el ataque -alguno, sin reparar en medios; ya habría que dudar si lo lanzara no siendo aforado- y en la defensa de sus territorios o de los tópicos intereses generales.
Hizo Hernando una lectura sosegada y enfática de una pieza muy bien redactada, descriptiva, analítica, impregnada de filosofía política. Se agradeció después de tanta diatriba. Junto con la de Albert Rivera, lo mejor de la sesión de investidura de un nuevo ciclo político al que se augura corto recorrido.
El parlamentarismo necesita de oradores así, capaces de emplear el lenguaje de forma consecuente, de expresar las ideas y las abstracciones de forma cabal, de emplear giros y metáforas entendibles, de enfatizar en el párrafo adecuado... Habrá a quien no guste ese estilo o ese perfil de intervención porque prefieren el morbo de palabras gruesas o de invectivas supuestamente demoledoras y ahora, hasta la sensibilidad emocional rubricada con un beso espontáneo. Pero la ciudadanía espera que, en medio de la jerga política -la vieja o la nueva, da igual- los portavoces actúen con sensatez, sin ademanes ni gestos circenses, diciendo lo que tengan que decir con precisión argumental, con elegancia expresiva y con recursos que pongan a prueba su propia capacidad dialéctica. 
Por eso brilló Antonio Hernando, aunque su intervención pareciera fuera de concurso porque después de todo lo dicho y lo vivido, el contenido debía tener el enfoque que terminó por levantar a sus compañeros de bancada que prorrumpieron en una larga y merecida ovación.
En medio de lo que se dilucidaba, igual pocos le concedieron importancia y pasó inadvertida. Al menos quedó constancia en el Diario de Sesiones y quién sabe si en el futuro merece algo más que una mención positiva.

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