viernes, 5 de febrero de 2016

Y VENGA ENCUESTAS



Y venga encuestas. Apenas arrancaban las conversaciones para concertar fórmulas de gobernabilidad y ya circulaba la última entrega del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre intención de voto pensando en si hay nuevas elecciones en primavera, que todo puede suceder, dicho sea de paso.

A este ritmo, los españoles somos un país encuestado, o en permanente estado de consulta demoscópica. Da igual que acierten o no, que se despachen con el tópico de marcar tendencia o que se traten como hay que hacerlo, es decir, con la máxima relatividad. No se trata de denigrar a las encuestadoras y a los sociólogos: el trabajo es el trabajo; sino de aceptar de una vez por todas que no se puede vivir a golpe de porcentajes estimativos que, a su vez, induzcan titulares o interpretaciones mediáticas que favorezcan determinados intereses. En este caso, además, cuando ya se está en plena negociación para intentar formar gobierno, asunto incierto donde los haya.

A la rica encuesta. Dale con las estimaciones, que muchas veces no se corresponden, por cierto, de forma coherente entre intenciones, fidelidades, recuerdos y ponderaciones de líderes. Serán muy útiles a los estados mayores de los partidos y a sus estrategas pero su traducción es un ejercicio a conveniencia que, por tal misma razón, abona la relatividad.

Siquiera para volver a preguntarse qué más se necesita para que los electores castiguen a una formación política. O si alguna vez el PSOE ganará alguna encuesta. O si los nacionalismos ya no tienen sitio en el espectro político.

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