miércoles, 16 de diciembre de 2015

PURITANISMO TRAS EL DEBATE



De la multiplicidad de criterios que registra el debate entre Mariano Rajoy Pedro Sánchez destaca el alusivo a alguna terminología empleada por los contendientes. Algunos se han escandalizado, hablando de inapropiada entre aspirantes a la presidencia. Y otros se han apresurado a refugiarse en ese clima de hostilidades dialécticas para eludir otras consideraciones más comprometidas. Como si fuera la primera vez que se produce una controversia de estas características, como si en el pasado, en otros foros -plenos del Congreso, por ejemplo-, no se hubieran vivido momentos de tensión, casi al borde -o sin casi- de la refriega verbal. Quien esté libre de la utilización de términos o expresiones gruesas, que lance la primera justificación.
       Los debates son eso: contraste de ideas, comparaciones, recursos memorísticos, reproches, acusaciones, defensas… Cuando se hace con cierta vehemencia, podrán parecer más crudos. Y cuando se vuelca pasión en ellos, igual parece que se han perdido los papeles, en el sentido de no respetar los supuestos mínimos cánones. El riesgo es descender o desviarse hacia el terreno personal o individual, introduciendo elementos que nada tienen que ver con la discrepancia política. Los poco acostumbrados a debatir, o los que no saben hacerlo, son quienes más incurren en descalificaciones de ese tipo, las personales. Pero de inmediato se les nota su pobreza argumental y su tendencia a compensar por esa vía cuando se sabe que no van a salir airosos.
       De modo que una parte de la polémica discurrió por esos derroteros. Y no hay que rasgarse las vestiduras. A otros episodios, a otros rifirrafes entre políticos hemos asistido o seguido, y no ha pasado a mayores. Seguro que quienes ahora reprueban a quien desarrolló una estrategia argumental basada en uno de los problemas más característicos de la pasada legislatura (la corrupción), sin falsedades ni falacias sino con puntos de vista, ahora estarían condenando su tibieza, su carencia de garra, su espeso bosque propositivo y la gran ocasión perdida.
       Sorprende, de verdad, el puritanismo de algunos. Como si no hubieran escuchado antes, en otros cara a cara,  de quien se sintió vituperado, expresiones tales como frívolo, indigno, radical, irresponsable o acomplejado.
       Y entonces, no se rasgó el velo del templo. Pero acaso sí el de la campaña más mediática de la democracia.

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