viernes, 3 de julio de 2015

UNA FIESTA PARA LA VISTA

El pintor francés Eugéne Delacroix dejó escrito que “el primer mérito de un cuadro es ser una fiesta para la vista”. Bueno, no hay cuadros propiamente dichos en la Exposición de carteles, programas y fotografías titulada “Las Fiestas de Julio, historias y tradiciones”, inaugurada en la tarde de ayer en la Casa de la Juventud del Puerto de la Cruz, pero la colección que se exhibe es, en efecto, una fiesta. Una fiesta primorosa que obligó al historiador Eduardo Zalba, presentador para la ocasión, a discrepar de quienes consideraron que faltaba rigor en la selección y distribución de los materiales escogidos.
        La fiesta es evocación, sustancialmente recuerdo. Y eso es lo que suscita la exposición. Las locales Fiestas de Julio suben la autoestima e invitan a  ponderar sus propias cosas. Tampoco es que los portuenses hagan alardes pero, al menos, se identifican con sus valores para cultivar su idiosincrasia. La fiesta, además, es una obligada concesión a un tiempo pasado: lo sencillo es identificar a una reina en una foto o un espacio físico o una localización que el tiempo transformó y entonces se intenta contextualizar. Es allí donde aparece el refugio del pretérito, donde hubo un amigo, una amiga, un episodio, una anécdota, un accidente, una frustración, una alegría, una actuación, un personaje… (“La fiesta es mi vida”, llegó a afirmar, en cierta ocasión, el operario municipal Ramón Castilla Yanes, el sin par Pepín, que hizo de todo en los preparativos. Esa, en efecto, era la motivación principal de su trabajo, principalmente en las carnestolendas y en los mismos festejos del veraniego julio).
        No hay cuadros pero sí carteles con los que se puede contrastar, por cierto, la evolución de su confección, de los estilos y de las técnicas empleadas por sus autores. Han rescatado y colocado en vitrinas los programas anunciadores a los que el historiador Zalba se refirió en una de sus reivindicaciones de la noche: en ediciones modestas pero dignas, insertaban escritos inéditos, a veces poesías, textos o reproducciones, que, en todo caso cualificaban el contenido, desde hace años sensiblemente reducido porque primaba el peso de lo gráfico o la exigencia publicitaria. Y junto a los carteles, cuadros y series de fotos en donde se aprecia la creatividad que salía a relucir en estas fechas o la importancia que se concedía a las carreras de sortijas o a la ‘batalla’ de confeti y serpentinas.
Las técnicas del área de Juventud del Ayuntamiento, Lilia Martín, Teresa Quintana y Ana Aragonés, hicieron un excelente trabajo de búsqueda, rescate y expurgo, de modo que la exposición refrescara algunos sentimientos que se han ido perdiendo o tergiversando, como apuntó Zalba a propósito del desvirtuamiento del fervor y del hecho religioso. Es una colección para evocar, para airear la historia efímera de una celebración que ha tenido épocas de esplendor y también de vacas flacas.

Por complementar, hasta han recopilado los pregones, colocados en manejables carpetas junto a un ventanal, en un rincón de lectura, aptos para ser descubiertos, devorados o repasados y así seguir evocando la nobleza y las cualidades de lo lúdico, de un cuadro portuense, en su conjunto, que se convierte, claro que sí, en una fiesta para la vista.

1 comentario:

zoilolobo dijo...

Recuerdo un concurso fotográfico patrocinado por el Exmo. Ayuntamiento para ilustrar la primera página de un programa dedicado a las Fiestas Del Puerto de la Cruz. Creo recordar que se trataba de la década de los 70. Tal concurso fue ganado por mi en sus tres primeros premios; es decir, que gané el primer premio, el segundo y el tercero porque al ser en sobre cerrado el jurado desconocía el nombre del participante hasta no abrir un segundo sobre que contenía su identidad.
Como todo el mundo sabe, yo no era lo que se dice habitualmente "hijo del Puerto" aunque sin embargo yo lo considero mi territorio, mi ciudad y cuna de mi agitada adolescencial. El no ser portuense y el ganar los tres priemros premios aqauel año despertaron los recelos del simpar Pepín (Ramón Castilla Yanes) que sin titubeo alguno me confesó que él no me los hubiera otorgado. En cualquier caso, el programa se editó con la foto ganadora en la portada y que aún conservo. Ello me supuso una 8.000 pesetas de entonces, en una época en que lo necesitaba muy de veras.
Saludos. Zoilo