jueves, 4 de junio de 2015

CARLOS PINTO GROTE, MÉDICO Y LITERATO

Nos obsequió con su conversación siempre amable y seductora muchas tardes, cuando venía al Puerto, con Delia,  su compañera indispensable. Se sentaba allí, en La Fragata, embutido en su vestimenta británica, en las cercanías del muelle, frente al mar, a verlo y olerlo, a dejar reposar su fertilidad de ideas, a inspirar salitre y maresía para nuevas estrofas y nuevos relatos.
            Allí estaba el gentleman, siempre elegante, observador y atento, fumando en pipa, preguntando por los proyectos, por las innovaciones. Y conservando en la memoria los antecedentes de la presencia británica en la ciudad. Siempre, la suya, una expresión racional y sosegada, con licencia para la nostalgia y con apertura a horizontes prósperos en todos los órdenes.
            Carlos, Carlos Pinto Grote, era psiquiatra. Impenitente lector. Y un creador literario de postín. Fue Premio Canarias de Literatura en 1991. Frente al mar portuense, con su ale negra, saboreada con sosiego, la mirada atenta del intelectual que no alardeaba. Y en su casa lagunera, donde también nos encontramos, la sabiduría y la visión crítica del autor que vivió como quiso en defensa de las libertades.
Tolerante, respetuoso, inquieto… Sobre su inconfundible barba blanca, alisada con esa flema británica, descansaba la mesura sutil de quien dice adiós despacio y en silencio.

Carlos Pinto Grote, médico y literato. Una figura inolvidable.

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