martes, 12 de mayo de 2015

PERIODISMO AMENAZADO

Venimos asistiendo a episodios en que los periodistas son amenazados. Para eso sirven también las redes sociales. Mejor dicho: ese es otro de los usos indebidos e inapropiados de las redes. Pero algunos, empleando el ‘vale todo’ cada vez más denostado, creyendo que se puede abusar impunemente, y tratando de hacer valer por las tremendas su supuesta capacidad de fuerza, no dudan en presentar credenciales advirtiendo que pueden llegar a disparar al autor de alguna información que no es de su gusto. Para que no haya duda de la intención, adelantan un insulto o una de esas frases ofensivas y temerarias que quizás sean muy comunes en sus ambientes y en sus jergas, pero que nada más ser leídas en revelan, por sí solas, la catadura moral de quien las escribe o emite.
       Son episodios desgraciados, claro que sí, pero que resultan reveladores cuando el periodista pregunta, interpreta e inquiere para elaborar adecuadamente una información, para contrastar la certeza de una noticia y para verificar las claves de todos los elementos, incluidos los personales, que la sustancian.
       El periodista -no confundir con imitadores, osados, fanfarrones o matones que desde tribunas mediáticas, ventajosas atalayas del abuso, largan y largan sin control prorrumpiendo también en amenazas, intimidaciones y fechorías- está cumpliendo con su trabajo, que no consiste en vejar, denigrar ni descalificar sino en averiguar y preguntar hasta completar la información que luego ha de transmitir o publicar.
       El periodista puede enfrentarse a muchos obstáculos para desarrollar su tarea. Aquel que no tenga en su haber una negativa, un desplante, una expresión malsonante o malcriada o un corte de conversación en la que se pide confirmación, datos o valoración, no ha sufrido entonces las inconsecuencias de la información y de la profesión (“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa; el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar", Horacio Werbitsky, periodista de investigación argentino).
       Pero aún con trabas en su cometido, debe perseverar. Y es ahí donde aparecerán los radicalismos, los rigores elevados y las respuestas drásticas reveladoras de perversos instintos. Quienes así se conducen, desvelan que pueden llegar muy lejos con tal de demostrar su discrepancia y su irrespeto. En el pasado, utilizaron métodos nada sutiles y hasta se valieron de terceros para acabar con el mensajero, aburrirle y arruinarle. Claro: tenían poder para hacerlo y hasta encontraban cómplices.
       Ahora tienen, poco menos, cancha libre en las redes de ciudadanía, allí donde imprimir su irrefrenable envalentonamiento. Y que rule. Mientras haya vacíos legales, puede pasar cualquier cosa. Esparcir orégano solo abona el monte de la impunidad.
       Por eso, hay que combatir impulsando normativas específicas que enriquezcan el Estado de derecho, exigiendo a los titulares de las redes disposiciones terminantes que prevengan un mal y delictivo uso -porque amenazar o coaccionar es un delito, ¿no?- y actuando de forma sostenible hasta generar una nueva cultura donde no tengan cabida situaciones como las que han sufrido recientemente Lara Síscar, presentadora de los telediarios del fin de semana, acosada de forma premeditada; y Begoña Ávila, redactora de Radio Club Tenerife, que quiso indagar en la viabilidad de un proyecto de desarrollo turístico en Güímar y recibió públicamente las invectivas de su empresario promotor que habló, ni más ni menos, de disparar contra quienes, según escribe, le han injuriado, entre ellos la citada redactora.
       Algo se avanza. La red Twitter ya ha habilitado una mejora en el formulario que ha de seguirse en caso de denuncias por amenazas. Los usuarios que se den por aludidos, han sido acosados o consideren que su seguridad está en riesgo pueden informar de la cuenta involucrada. Se trata de registrar fecha y hora, acto con el que se podrá acceder a los cuerpos de seguridad competentes. Así será más fácil reportar amenazas que precisen de la intervención policial. Twitter, mientras evalúa el caso y tramita lo que proceda, habla de suspender dicha cuenta.
       Finalmente, las organizaciones profesionales también han de esmerarse en exigencias de este tenor. Sean o no asociados quienes padezcan este tipo de amenazas, deben contar con unos mínimos de solidaridad y protección, como ocurriera en el pasado en Santa Cruz de Tenerife cuando una fotoperiodista, en plenas fiestas de Carnaval, se vio vejada y agredida por unos incontrolados. La Asociación de la Prensa hizo público un comunicado de condena de los hechos y animó a la investigación policial de lo sucedido.
       En definitiva, lo que se pide es respeto para el trabajo del periodista. Entender que las redes no están para insultar, zaherir y amenazar. Y comportamientos sociales más edificantes.


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