miércoles, 25 de marzo de 2015

GONZÁLEZ SE VA A CARACAS

El gran contrasentido genera hasta un juego de palabras. Cuesta aceptar que, en pleno siglo XXI, en un régimen democrático, haya presos políticos. Ocurre en Venezuela, país más próximo al totalitarismo político en medio de un proceso revolucionario pero, a fin de cuentas, habiendo pasado por las urnas. El presidente de la República Bolivariana, Nicolás Maduro, rechaza esa consideración y afirma que lo que hay en su país son “políticos presos”.


Bueno, pero el debate más allá del nominalismo conceptual o de la semántica. Tanto, que el ex presidente del Gobierno español, Felipe González, toma la iniciativa de asumir la defensa de dos políticos venezolanos encarcelados que han destacado por su resistencia opositora al presidente Maduro y al régimen bolivariano. La decisión de González es algo más que un gesto. Normal, pues, que Maduro y su gobierno hayan reaccionado con fastidio y malestar, conscientes de que la intervención de González amplificará la dimensión internacional de un hecho, el encarcelamiento, contrario a las convenciones democráticas.

Pero acentuará, además, las percepciones de que la democracia se deteriora a gran velocidad en un país que, en la segunda mitad del siglo pasado, era una referencia de convivencia democrática avanzada, especialmente en su entorno geográfico. Quizás eso sea lo que más teme el presidente Maduro, muy lejos -como puede deducirse de sus declaraciones públicas- de la talla de liderazgo de su antecesor.

No gustará en Venezuela la irrupción de Felipe González, a la que se sumarán, quizás, otros gobernantes. Pero lo cierto es que se necesitaban mediaciones o intercesiones, en definitiva, ayuda para que el país salga de su crisis económica, política, social e institucional. Una sociedad fracturada, partida en dos, con presos políticos que temen por su integridad física y no digamos por el desarrollo de un procedimiento judicial que directamente les afecta.

González se va a Caracas y hay que reconocer, en ese sentido, que la iniciativa para desbloquear una situación compleja y delicada debe ser bienvenida. Ahora solo falta que lo entiendan en el Gobierno venezolano.



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