martes, 17 de febrero de 2015

HASTA SIEMPRE, PANCHO

Compartimos tribuna de presentación de un libro la última vez que coincidimos. Nos había convocado Nicolás González Lemus para apadrinar su volumen VIAJEROS por sol, playa… y descanso, en el que relata el viaje y la estancia en Canarias de Agatha Christie, Winston Churchill y The Beatles. Y allí estaba, elegantemente vestido y  con voz apagada, por momentos inaudible, pero dispuesto a dejar testimonio, uno más, de su vasto ejercicio periodístico, en este caso concreto del referido a la cobertura de la agenda de Churchill en la isla, en febrero de 1959. Lo hizo tirando de su memoria, evocando sin rodeos, ciñendo sus frases… Él, Francisco Ayala Armas, era un superviviente periodístico del acontecimiento que significó la visita del que fuera estadista británico. Allí, terminado el acto, tuvo que responder a preguntas de asistentes que no le conocían, curiosos que se sorprendían de la precisión con que exponía sus vivencias.
         De esa última ocasión nos quedará su afecto de siempre. Nos conocimos en la antigua sede de Diario de Avisos, en la santacrucera calle Santa Rosalía, donde Ayala compartía, en privado, cuitas de dirección y análisis de la profesión. Su juicio, siempre mesurado, dejaba entrever los pliegues de la experiencia y de la sabiduría periodística.
         Así lo contrastamos unos años después, cuando, ya metidos en política, nos recomendó que no abandonáramos la radio, que ese era el medio natural en el que habíamos crecido profesionalmente. Es más, veía en aquellos cambios estructurales que se estaban produciendo en la radio pública, hasta una oportunidad para acceder a responsabilidades de dirección o similares. Optamos por cumplir el compromiso con Paco Afonso y la política local y Ayala, muy educadamente siempre, nos reprobaba que hubiéramos dejado pasar la oportunidad.
         Habíamos coincidido también en un viaje a Caracas, cuando hablamos de los males del periodismo de aquellos tiempos, de la falta de rigor que ya se apreciaba entonces, con el divismo como mal emergente o con los medios condicionados por intereses políticos y empresariales. Muchos años después, en el portuense hotel Tigaiga fuimos testigos de su reconciliación personal con Marcos Brito, a quien en una de sus columnas calificó de “cartucho quemado”.
         De ideología conservadora, maestro y químico no ejerciente, Francisco Ayala, a quien todos tratábamos como Pancho, fue el periodista incansable, el profesional polivalente que hizo calle y luego mesa de redacción para coordinar el proceso de producción de un periódico, El Día, del que llegó a ser director, o una programación radiofónica, que para eso conoció a fondo las entretelas de Radio Juventud, posteriormente RadioCadena Española. Fue también presidente de la Asociación  de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife.
         Atento intérprete de la realidad cotidiana, observador permanente de la política canaria, hasta que tuvo fuerzas analizó con rigor no exento a veces de ironía, lo que acontecía “en este mundo cada vez más pequeño”, según definió él mismo en la presentación de aquel libro.

         Hasta siempre, Pancho.

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