lunes, 27 de octubre de 2014

SECUNDARIAS

La primera conclusión del proceso de elecciones primarias desarrollado en algunas federaciones del PSOE es que los órganos de dirección deben hacer un concienzudo examen, con mucho de autocrítica, porque se ha comprobado, desde luego, que es muy perfectible. Era fácil prever que las secundarias iban a discurrir por otros derroteros pero, aunque las prioridades sean otras, que no se olvide la necesidad de revisar el desarrollo de la experiencia, planteada con ánimo de movilización general y de robustecer los reclamos que impulsaran el interés por la política y la cosa pública, tan depauperadas que andan a medida que sigue abierto el chorro de la corrupción sin que ello parezca influir, por cierto, en encuestas que, todavía, a pesar de los pesares, algunos se atreven a encargar y las consultoras a realizar. La crisis no ha cambiado esos menesteres. Así, un reglamento que destilaba muchas lagunas. Debieron difundirlo mejor, por muy accesible que estuviera. Se quejan del escaso tiempo disponible para conocerlo y debatirlo. También se ha escuchado que venía impuesto y que el margen era escaso. Bueno, los interesados y los más responsables seguro que se esforzaron en conocer las disposiciones reguladoras, siquiera para atender las dudas de quienes se muestran más reticentes, se mueven de oídas o hurgan en las interioridades con ganas de justificar algunas determinaciones o de advertir imprecisiones y proclividades a enredos. Estamos ante lo de siempre: se necesita más participación y más formación. Hay que dedicar más tiempo a ésta, sobre todo para conocer con más fundamento las determinaciones internas, evitar manipulaciones e injerencias y decidir de forma consecuente. Es como un efecto antídoto en doble dirección: por una, abrir las agrupaciones, propiciar espacios y métodos para motivar y hacer, por qué no, pedagogía política; y por otra, evitar maniobras o inclinaciones conspirativas, el fomento de personalismos trasnochados, en definitiva, la perversión del sistema. El caso es que si un partido político puede hacer esto, es el PSOE. Con su estructura, con su madurez y con las ganas -al menos teóricamente formuladas- de responder a las exigencias de una sociedad que se ha cansado de la política.Ya advertimos, antes de ser aprobado el reglamento, que era necesario evitar la recluta indiscriminada que tanto recuerda el modus operandi en las elecciones de tercios del régimen anterior. Comporta riesgos y, a la larga, dudosos beneficios. Si lo que se quiere es garantizar apoyos -y para ello hay quien asume hasta el abono de las cuotas- sólo se inflará el censo de forma artificial, de modo que es probable que causen baja una vez liberado el compromiso amistoso o familiar. Cuando se vuelva a la cruda realidad, se comprobará que el socialismo por coyuntura, por interés inmediato, no es consistente. Que haya más simpatizantes que militantes, independientemente del trabajo de captación que se hiciera y de las incorporaciones voluntarias, es preocupante.Luego afloraron las reclamaciones y las resoluciones, más o menos acertadas, hasta sembrar dudas y sombras sobre el proceso. Menos mal que había comisiones de garantías. Las primeras reacciones, al calor de interpretaciones resultadistas, acentuaron el desconcierto. Más que eso, la insatisfacción que el proceso, en su conjunto, había suscitado. Por ello, porque nadie puede negar el valor del avance y del cambio, hay que perfeccionarlo, revisando, corrigiendo y precisando lo que ahora ha devenido incompleto. A ver si lo incluyen en las secundarias, que no solo de programas y candidaturas, entre los principales preparativos, viven la militancia y la corriente de la simpatía.

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