miércoles, 15 de octubre de 2014

INFORMAR EN TIEMPOS DEL ÉBOLA

La crisis del ébola está siendo durísima en todos los sentidos, también en el informativo. La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) había instado la semana pasada a ejercer el periodismo informativo sobre el particular con la máxima responsabilidad y el máximo rigor, “evitando en todo momento la comercialización del sufrimiento ajeno”, pero como que no se han seguido sus sugerencias o sus indicaciones en algunos casos.


Ni tampoco las de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) que pidió ofrecer una información rigurosa y contrastada; evitar los bulos, los rumores y la especulación; seleccionar fuentes expertas, suficientemente acreditadas desde el punto de vista técnico y clínico como portavoces; respetar la intimidad de los afectados, de su familia y de su entorno y poner al frente de la información de esta crisis a profesionales especializados en salud.

Si dos medios publicaron la noticia del fallecimiento de la enfermera Teresa Torres, es evidente que no fueron tenidas en cuenta lo que eran algo más que recomendaciones. Si fue necesario crear una comisión científica para coordinar la crisis en una decisión gubernamental que implicaba poner al frente de la gestión a la mismísima vicepresidenta, está claro que la sombra del desastre planeaba hasta entonces sin control de ningún tipo. Si las contradicciones y los vacíos de cargos políticos responsables se concatenaban con los testimonios de afectados y allegados obtenidos ‘in extremis’, era consecuente que predominase el desconcierto y que la confusión se apoderase de propios y extraños. Si las redes sociales ardieron a cuenta del sacrificio del perro de la enfermera, en una inusual controversia dentro de una delicada situación, es que la sensibilidad alcanzaba niveles significativos. Si en Alcorcón (Madrid), localidad donde reside la sanitaria, se constata el miedo que padecen vecinos -algunos de los cuales se han trasladado-, no hay duda de la incertidumbre desatada. Parecía como si un hecho tan grave y no atajado del todo desde el punto de vista de salud se convirtiera en un espectáculo, en un circo en el que circulaban sin orden ni concierto las atracciones más inesperadas.

Con razón, la ANIS consideró en su comunicado que “aprovechar esta crisis para coinvertir la información en espectáculo con el objetivo de ganar audiencia, anula la credibilidad de los medios y su función de servicio público y deja a los ciudadanos indefensos cuando están más necesitados que nunca de recibir datos verídicos, rigurosos y debidamente contrastados”.

Pero la gran verdad es que alarmismos y sensacionalismos fueron creciendo en medio de un problema serio de salud pública y de responsabilidad política que, a la espera de ser analizado con más perspectiva, está dejando una preocupante estela sobre el papel de los medios de comunicación, incluso por ese hecho que supone enterarse de sucedidos antes que las propias autoridades. Habrá que ver cuáles son las aplicaciones de los códigos deontológicos.

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