martes, 21 de octubre de 2014

¿EL FIN JUSTIFICA...?

“El Gobierno de Rajoy ‘salvará’ a La Sexta a cambio de que Wyoming y Évole ‘moderen’ sus críticas”. Así titulaba días pasados un digital confidencial la información relativa a la presumible anulación, por parte del Tribunal Supremo, de ocho canales de Televisión Digital Terrestre (TDT). Había que releerlo, claro, así como la información: demasiado fuerte. Para contrastar, la consulta con otros medios era también obligada. Estaba claro: iban en línea parecida. Atresmedia y Mediaset, los dos grandes grupos de comunicación, se temen lo peor desde el punto de vista judicial y por eso, siempre según las informaciones publicadas, han pedido a Moncloa, o sea, a las más altas instancias del Gobierno que se impliquen en una solución.
            Bien es verdad que por intereses obvios (políticos, empresariales y mediáticos), el asunto no ha cobrado mayor trascendencia. Dejar hacer, dejar pasar, o esperar que escampe, o aguardar a que el personal resintonice los canales en el mando, parecen ser los caminos escogidos. Es probable que así se contente a las partes. Al menos, temporalmente.
            Claro que por muy entrecomillados que aparezcan los términos salvar y moderar, leídos sin más dejan abiertas a la interpretación muchas incógnitas. Cierto que las relaciones entre el poder político y las empresas mediáticas han girado siempre en torno a eso, una negociación y unos pactos no escritos, que se van construyendo en una cultura de trueque o intercambio: ‘tú me das a cambio de…’ y hasta el próximo conflicto, cuando haya que revisar, de facto, estos acuerdos. Pero de ahí a admitir, sin más, que en esas alturas político-mediáticas se zanjan las controversias de esa manera, cuesta tragárselo.
            El caso es que ni líneas editoriales ni tratamientos informativos ni columnas o tribunas críticas con tal o cual actuación gubernamental han escapado de decisiones drásticas con tal de salvar equis ayudas. Existió el fondo de reptiles. Surgió el chantajismo confidencial. Están los concursos para garantizar ciertos ingresos. Y siguen vigentes las ayudas (legales, claro) para subsistir en tiempos de crisis.
            Pero, en la sociedad de la información, en la democracia española que no termina de madurar, por lo que se ve, y en pleno siglo XXI, en fin, todavía el negocio se mueve así. Y cuando el apuro se acrecienta, venga a tocar a las puertas del ejecutivo. Cuando le corresponde a éste mover ficha, utiliza la que o las que le queden: ¿ustedes quieren licencias? Vale, que sea a cambio de un ‘trato amable’, por seguir entrecomillando. Es decir, menos críticas, que se están pasando, Wyoming, Cintora y Évole, por personalizar. Igual hasta piden las cabezas pero eso, por ahora, es materia reservada.
            Ya el pasado mes de mayo, los dos operadores expresaron su malestar al tener que irse a negro algunos de los canales que de ellos dependían y que estaban consolidándose como productos alternativos. Vasile, el presidente de Mediaset, llegó a hablar de “atropello, una expropiación injusta y cruel”. Dicen que con un  decreto-ley se hubiera arreglado lo que consideraban un defecto o error de forma, pero lo cierto es que hubo cierre y tente tieso.
            Ahora, cuando hay riesgos de que se reedite la medida, la pelota está en el alero. Hay que medir muy bien los pasos antes de despejarla o impedir que caiga. Conscientes de que hay muchos intereses en juego, nos cuesta creer que esto ocurra hoy en día pero en la España de Rajoy todo es posible. Trato amable, críticas bonancibles… para que sigan emitiendo. A ver cómo lo visten, de todos modos.
            A lo peor está expresado muy llanamente y seguro que a partir de muchas lagunas, de esas incomprensibles; pero todo da a entender, salvo desmentidos tajantes, que las negociaciones, a la espera de conclusiones -nada menos que en vísperas electorales- no conocen pudor. 
            ¿Quién dijo que el fin justifica los medios?  



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