sábado, 13 de septiembre de 2014

EVOCACIÓN DE SANTO DOMINGO

Hay una llamativa foto en blanco y negro de la portuense calle Santo Domingo circulando en facebook,  la red social donde la nostalgia no solo ha encontrado acomodo sino que se desliza e velocidad desorbitada para rememorar hechos, paisajes y personajes del ayer.
         Debe ser de los años sesenta, cuando el sentido de la circulación del tráfico rodado era aún ascendente y cuando estaba adoquinada, por supuesto. Las guaguas subían desde El Fielato, en las cercanías del refugio pesquero, y ponían rumbo al empaquetado de los Betancor después de atravesar Zamora para enfilar la Punta de la carretera y empezar a surcar las carreteras más próximas.
         De ese testimonio gráfico, hay que recordar Santo Domingo antes de juntarse con La Marina. Las viejas edificaciones cederían puesto a modernos inmuebles: cambió, y de qué manera, la tipología constructiva.
En la foto se ve Casa Baute, donde el vaso de vino rápido y los chicharros fritos anticipaban el sabor y el ambiente marinero de un apreciado rincón de la ciudad. Y el hueco en la alineación de casas que marcaba el callejón de Pacheco, antes de la casa de los Hidalgo, milagrosamente superviviente. Y el taller de mecánica de los Pérez donde don Manuel y sus hijos y nietos arreglaban todo lo inarreglable, artistas de la chapa, pintura, electricidad y lo que hiciera falta. Aún parece que esté ahí, con su inconfundible mono azul supervisándolo todo. Y El Presidio, donde Antonio Palmero, tan serio siempre, servía cuartas de vino y excelentes productos gastronómicos. Y la Imprenta Rodríguez, donde el trantran de las máquinas y el aroma a tinta trascendían una auténtica academia del saber, la de don Jesús Hernández, el Maestro, con sus clases y sus ensayos teatrales y artísticos. Y el ‘Dominique’, uno de los primeros pub gay que tuvo la ciudad. Y la casa de doña Matilde, con aquella frondosa vegetación que se advertía desde el exterior. Y la Casa Miranda, con sus balcones a tres vías y por donde circulaba el mar atlántico en su irrefrenable canto de libertad, guardando la historia. Y la sede polivalente de Yeoward, de oficinas, empaquetado, depósito y viviendas de provisional acogida hasta casa consistorial definitiva. Y el convento, su original escalinata de acceso, suplemento de una fachada señorial. Y la trasera del hotel Monopol, con el tiempo modernizada y abierta como para seguir, desde lugar privilegiado, trayectos procesionales y manifestaciones ciudadanas. Por Santo Domingo, en efecto,  pasaron y pasan la Cruz fundacional y el Gran Poder y la Virgen del Carmen. Al terminar la vía, la frescura y el frío de la Punta del viento invitan a la contemplación, al disfrute o al resguardo. A la izquierda, el paseo San Telmo, con el muro, siempre el muro.
Ahora, la calle remodelada tiene sentido de tránsito rodado descendente, desde Zamora, que la antecede. Pero esa, es otra gráfica.


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