martes, 29 de abril de 2014

SIN DOS SENTIDOS


Pareciera que los vientos de la crisis arreciaran hasta volatilizar los sentidos de la responsabilidad y de la oportunidad, tan necesarios en todos los órdenes en los tiempos que nos ha tocado padecer. Hasta las frases hechas dan juego: la huida hacia adelante o el sálvese quien pueda, con tal de eludir la toma de decisiones o descansar en terceros lo que corresponde a quien. Es como si asumir responsabilidades, un concepto permeable en todos los aspectos de la vida, se hubiera evaporado en un incontrolado y anárquico  proceso de destrucción. Más tópicos: quitarse de en medio; que decidan otros; saltos sin red; el que venga detrás, que arree… Estampida o espantada, da igual.
         Se dirá que no se puede contra los apremios y las presiones de la crisis, hasta el punto de rebrotar y fortalecer el instinto de conservadurismo de los mortales; pero esa es una mala señal de cobardía, antesala de la rendición. Teóricamente, el valor de ser responsables es inconmensurable, por lo que habría que ser consecuentes en todo momento. Lo sentenció José Saramago: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.
         Pero es preocupante que se obre inopinadamente. Que la labor humana deje de reconocer y responder a las propias inquietudes y las de los demás. Abstraerse, además, es fácil: ya vendrán los analistas y los historiadores para dimensionar las pérdidas. No vale.
         El caso es que cuando se miden los efectos, la elusión conduce a la pérdida de otro sentido, el de la oportunidad. Cualquiera iniciativa, decisión o actividad, comporta, sobre el papel, una mínima planificación de distintas acciones, una mirada o una introspección al entorno, de modo que sea posible imaginar o prever las repercusiones de expresiones, obras o determinaciones. Hay que medir, y muy bien, el alcance del cuando, de ese momento en que se decide dar un paso cuyas consecuencias son impredecibles.
         Es bueno entonces repescar aquella otra idea esgrimida a menudo en tiempos lejanos pero no tanto, ponerse en “el día después” para intuir siquiera las reacciones, para barruntar los efectos y los hechos que deriven. Malas son, desde luego, las precipitaciones y las consideraciones irreflexivas. Cuando no se tiene o se ha perdido el sentido de la oportunidad, además de revelar una cierta y puede que inapropiada inmadurez, cabe interpretar una irresponsabilidad cuyos daños es difícil paliar, independientemente de que se agraven a la larga.
         Entonces, aún en plena crisis, más consciencia, más respeto y más conocimiento si es que se quiere que la responsabilidad y la oportunidad sean de verdad interdependientes. Sin praxis de esos dos sentidos, estamos perdidos.
          







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