lunes, 28 de abril de 2014

JUSTICIA, MÁS ALLÁ DE UNA OPERA BUFA

A Baltasar Garzón no le perdonaron que decidiera investigar la trama Gürtel. Le costó la carrera. Háganse idea de cómo habrán sido las presiones para liquidarle. Algunos medios de comunicación fueron a degüello, sobre todo los que dudaron de su legitimidad para actuar en esa causa después de haber ejercido cargos públicos en representación del PSOE.




Esos mismos medios no están midiendo con la misma vara el caso de otro juez, Elpidio Silva, imputado por una presunta prevaricación, en el marco de la causa de CajaMadrid. Y es que en el tribunal hay una magistrada, María Tardón, que fue teniente de alcalde por el Partido Popular (PP) en el Ayuntamiento de Madrid y consejera de la asamblea de la entidad financiera, cuando Blesa la dirigía.



Y entonces se comprueba que la justicia no es igual para todos. Y ciertos tratamientos mediáticos, tampoco. Eso ya lo sabíamos. Mientras aquélla camina o avanza sin pausas cuando de juzgar a jueces se trata, hasta el punto de liquidar tales contenciosos en cuestión de meses; otras causas, como las de averiguar quién es responsable de la pérdida de ahorros de miles de personas, se prolongan hasta el desánimo que impulsa la reacción intempestiva y la incredulidad.



Por eso, tras la controversia surgida con la visualización de las imágenes, hay que destacar que es a Blesa a quien hay que enjuiciar. No hay más remedio que entrecomillar el espectáculo. Deprimente todo aquello, ni la España de Prosper Mérimée. Una farsa. Un desaguisado. Una ópera bufa. Hasta el más profano en materia de tribunales saldría huyendo de cualquier asunto en el que se viera involucrado y que podría terminar en aquéllos. Otros jueces y otros fiscales, otros letrados, otros secretarios y los justiciables en general habrán sentido vergüenza ajena. Será exagerado pero si la justicia en España se midiera por aquellas imágenes y algunas interpretaciones posteriores, es evidente que va proa al marisco. Y que el fondo ya ha chocado con los pétreos riscales.



Pero que estos árboles dejen ver a los lobos del bosque. Que tanto absurdo no permita perder la vista de Miguel Blesa, banquero causante del desastre de Bankia, de su quiebra, del intolerable fraude de las preferentes y de uno de los agujeros financieros más imponentes de la Unión Europea; ni de Gerardo Díaz Ferrán, el empresario que arruinó sus marcas y destruyó miles de puestos de trabajo y que recibió un préstamo del banquero Blesa por importe de casi veintitrés millones de euros, aun no devuelto por cierto.



Esos sí que son carne de banquillo, estafadores y abusadores de ahorros y de esfuerzos de los demás. Esos y sus presuntos delitos son el fondo de la cuestión. Hay que verles bien, por encima de estereotipos, papeles o interpretaciones victimistas, símbolos sin duda de la falta de escrúpulos, de la administración perversa y negligente, de la irresponsabilidad empresarial. Esa es la España que no ha trascendido del todo en este juicio que ha levantado tanta risa como escarnio y vergüenza añadida. El país de los poderes fácticos y de la impunidad en el que tienen que convivir ancianos y jubilados que han perdido sus ahorros mediante engaños y que son expulsados de una sala donde son otros los que tienen que responder de sus miserables actos.



Ese es el país, en efecto, de la justicia al revés: el juez, en el banquillo; y el imputado, en su casa o aprovechando la vista para soltar lágrimas de cocodrilo. "Mi no comprender", que diría el mago canario.

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