viernes, 27 de diciembre de 2013

QUE PASE, QUE PASE...

Se agota el año. Muchos quieren que termine cuanto antes, de lo mal que les ha ido. Y como si el ciclo que se avecina fuera el comienzo de una etapa más próspera o más llevadera, que con poco suele conformarse el necesitado.
Se agota el año de Francisco, el Papa que revoluciona, aun cuando todavía sea pronto para contrastarlo; y el año en que dijimos adiós a Mandela, otro icono de tantos conceptos.
Un 2013 que el Gobierno presenta como menos malo pero lo cierto es que en España hay más pobreza, más paro, más impuestos y más deuda pública. Y por contra, menos derechos. Si a los hechos negativos -las ganancias, eso que se sitúa en la macroeconomía, se deja para banqueros y empresarios pudientes- se une el reprobable espectáculo de la corrupción, entendemos fácilmente que haya tanta desafección hacia la política. Por no hablar del intrincado debate territorial, con la suerte de Catalunya en el aire. En efecto, nunca antes en la democracia española se había producido un rechazo hacia esa noble actividad, un desapego tan considerable como el que palpamos casi en cada conversación o en los múltiples mensajes que circulan por las redes sociales. Es una impresión, mejor un estado de ánimo muy extendido.
Y así las cosas, han ido cayendo las hojas del almanaque, se van los días, se apuran las gestiones, menudean los apremios. Acabar, cerrar cuanto antes.
Señales claras de que el año no ha sido bueno. Que pase, que pase...

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