miércoles, 11 de diciembre de 2013

POLICÍA, TAMBIÉN PRIVADA

Un paisano cuenta en su muro de ‘facebook’ el triste episodio vivido días pasados en la noche madrileña, cuando retornaba a pie a su casa y una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía le trató, digamos que de manera poco educada y consecuente, a la hora de identificarle y preguntarle qué hacía. El relato llega al borde del desespero, entre la impotencia y el miedo casi. Creíamos esas situaciones ya superadas pero es otra muestra del retorno al pasado. Durante años se ha hecho un gran esfuerzo para acercarnos al modelo de ‘policía amigo’ pero se retrocede con comportamientos desproporcionados, como es el caso. Eso de proteger las libertades parece haber pasado a mejor vida.
     Y para colmo, el partido gubernamental aprueba una Ley de la que ya hemos hablado en términos inevitablemente críticos. Una norma que, en materia de seguridad ciudadana -mejor hablar de represión ciudadana-, es claramente regresiva. Ayer se conoció la guinda: los policías privados, esos que popularmente se conocen como ‘seguritas’, los integrantes de empresas privadas de seguridad, podrán detener en la vía pública. Los representantes de CiU y PNV han votado a favor, luego tendrán que explicar su posición política. Porque es difícil de entender, ¿verdad?
     A este paso, con esta ampliación y con esta laxitud, estamos más cerca del Estado policial. Con todos los matices que ahora quieran poner al texto articulado, lo cierto es que tenemos otro cuerpo más con facultades para intervenir en la vía pública.
     El engendro responde al ADN del Partido Popular, ya no hay duda. El principio de más policía, más seguridad. Y también más miedo, más incertidumbre, más cuidado.
     Lo peor es que esa seguridad privada, con facultades ampliadas, hay que pagarla, claro. O sea, que sigue abriéndose la brecha de la desigualdad. Pocos reparan en que se pierden derechos a costa de incrementar las ganancias de las compañías. Y pocos se dan cuenta, desde luego, que vamos camino de no poder estornudar en la vía pública porque, con tanto policía y con tamaños catálogos de infracciones, igual cae una sanción de esas que tanto gustan a los populares.
     Que se lo digan al paisano que iba a pie a su casa de Madrid y tuvo que sufrir hasta por el modo de hablar.


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