lunes, 16 de diciembre de 2013

LA REIVINDICACIÓN DE JUAN NEGRÍN

“La Historia es nuestra y la hacen los pueblos”: esas palabras de Salvador Allende, en su último e inolvidable discurso cuyo sonido de fondo eran las bombas y el tableteo de las ametralladoras, recobraron vigencia, abriendo otras alamedas, en el curso del acto de recepción del fondo documental y archivístico de quien ha sido el único canario que ha accedido a la presidencia del Gobierno de España, Juan Negrín López.
            Era imposible sustraerse a la trascendencia y a la emotividad del momento, en presencia de su nieta, Carmen, presidenta de honor de la Fundación que, por fin, pudo estrenar la sede cedida por el Cabildo Insular de Gran Canaria en pleno Vegueta, en una admirable prueba, por cierto, de la continuidad de las actuaciones en un ámbito institucional: las inició José Miguel Pérez, en el ejercicio de su presidencia en el Cabildo, como lo consignó su sucesor, José Miguel Bravo de Laguna, a quien ha correspondido culminarlas, en un sobresaliente e irreprochable discurso.
            Era una cita con la Historia, en efecto, y por ello flotaba en el ambiente la indescriptible sensación de la reivindicación, de la concordia, del respeto y de la invitación al estudio y la investigación. No era una cita a ciegas sino con las luces de los testimonios documentales y archivísticos cuya consulta, por supuesto, permitirá desvelar claves e interpretarlas. Hasta encender esas luces han sido necesarios notables esfuerzos: sin el empeño indeclinable de los integrantes de la Fundación, presidida por José Medina, y sin la generosidad de la familia Negrín, especialmente de la nieta Carmen, la que ha velado por la custodia de tan inmenso legado durante decenas de años, no hubiera sido posible alcanzar todo un logro: que los archivos de Negrín, que objetos y pertenencias personales, estén en su ciudad natal, en un sitio digno y al alcance de cuantos estudiosos, investigadores e historiadores deseen profundizar en sus contenidos encontrando razones y averiguando causas, en definitiva, conociendo mejor la personalidad humana, científica y política de quien ya, como escribiera Eligio Hernández, es hijo ilustre, científico y estadista.
            Los archivos que salieron por el norte y han reentrado por el sur, como se dijo en el acto, ya están en  Las Palmas de Gran Canaria. Corresponde a la Fundación la alta responsabilidad de gestionarlos mediante las fórmulas, normas y programas que estimen más adecuados. Fue, sin duda, una convocatoria histórica: la cesión de archivos y fondo documental, la recepción simbólica y la entrega de llaves. Un acto distinto, una atención sobresaliente. Tenía razón Allende: fue una demostración de que son los pueblos los que hacen la Historia, aunque tarden en completarla y darla a conocer o poner el punto final. Fue, en fin, un primer paso para que la tesis del editorialista del New York Times, en noviembre de 1956, sea contrastada: “Jamás Juan Negrín tendrá que temer el juicio de la Historia”.

            Las miradas expectantes, las lágrimas emotivas, los abrazos y las palabras de la tolerancia y la reconciliación, fundidas en aquella cita con la Historia, proporcionaron un perfil humano y emotivo que el mismísimo Negrín hubiera agradecido.

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