lunes, 28 de octubre de 2013

EL CONTROVERTIDO MURO

Que los integrantes de la plataforma ciudadana Maresía y los convocantes de la manifestación del sábado, motivada para decir ‘no’ al derribo del muro de San Telmo en el marco de la actuación de remozamiento del paseo del mismo nombre, expresen su contento y su satisfacción por la respuesta registrada es absolutamente consecuente. Pocas causas han despertado tanta sensibilidad cívica en una ciudad, Puerto de la Cruz, muy dada a la crítica facilona pero con escaso activismo público de sus habitantes, encantados las más de las veces en ser meros y sabihondos espectadores, de ahí que la concurrencia de centenares de personas que hicieron el trayecto desde la ermita hasta el exterior de las casas consistoriales haya sido celebrada con alegría y sentimientos gozosos.
‘Misión cumplida’, se habrán dicho algunos, máxime después de haber comprobado que quienes participaron lo hicieron convencidos, demostrando fehacientemente que la defensa de rasgos identitarios en un espacio urbano de las características de San Telmo no se hace sino es por amor, por la querencia al lugar donde está depositada una buena parte de su existencia. Estaban allí porque les duele, porque no quieren que se desvirtúe su patrimonio -otra cosa es que los informes técnicos del Cabildo no confieran ese valor al controvertido muro, pero los autores de tales informes deben entender que cuando se tiene apego, mucho y bien hay que persuadir en sentido contrario-, porque no les gusta el procedimiento administrativo seguido, porque discrepan de algunos contenidos del proyecto, incluidos los económicos, porque entienden que quizá haya otras prioridades que atender ahora mismo en la ciudad, porque sus alegaciones han sido desestimadas en su mayor parte y porque les disgustan las maniobras dilatorias o las manipulaciones intimidatorias que se hacen para impedir o condicionar el derecho de manifestación.

El gobierno local y las demás administraciones involucradas en el proyecto eran conscientes de que la foto de un paseo de San Telmo atravesado por cientos de portuenses con pancartas, gritos y consignas -con megáfono, al mejor estilo de los años de reivindicación democrática- es un documento gráfico determinante, indicativo de un malestar que puede ir ‘in crescendo’. Tendrán que reflexionar para saber qué hacer ahora y en el futuro. Porque los convocantes, convencidos y contentos, no parecían dispuestos a arrojar la toalla. Prosigue la controversia. 

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