lunes, 12 de agosto de 2013

PERFILES DE TURISTAS

Los franceses, los más glamurosos. Los finlandeses, lo más educados. Italianos, los más ligones y carismáticos. Alemanes, lo más ruidosos. Los ingleses, los que más beben y los que peor visten. Escandinavos, serios y cumplidores.
Son las conclusiones de un estudio hecho por el portal especializado easyviajar.com entre más de tres mil españoles sobre los perfiles de los turistas que nos visitan según nacionalidades. El trabajo refresca los tópicos que a lo largo del tiempo nos hemos ido formando y que servían para distinguir a quienes disfrutaban de una estancia en las islas y en sus principales núcleos turísticos. Y permite profundizar en tendencias de mercado o preferencias de potenciales clientes, sobre todo a efectos de fidelización.
En otra época, tales conclusiones se obtenían del trato directo o de la relación con los turistas. Una sencilla apreciación de camarero bastaba para acercarnos al perfil: “Los alemanes son buenos porque dejan propinas”, por ejemplo. Y ésta otra: “Los británicos son puntuales y si tienen que hacer cola para entrar al comedor antes de cenar, lo hacen. Pero hay que abrirlo en punto”. De los suecos siempre se dijo: “Son exigentes pero comprensivos con nuestras limitaciones. Hay que tener en cuenta su nivel de vida”.
            Y así podríamos desgranar las características de los contingentes turísticos con los que convivimos. El cosmopolitismo de algunas de nuestras ciudades se fue fraguando a base de compartir sus gustos, de compararlos, de aprender su idioma a base de fonemas asimilados, de ser atentos y solícitos en los servicios que se les prestaba y hasta de aguantar sus estridencias, sus caprichos y sus salidas de tono.
            No sorprende, en ese sentido, que el estudio aludido destaque el refinamiento francés y el mejor conocimiento que de nuestra realidad tienen los turistas galos, si bien las islas fueron destino vacacional menos atrayente que para británicos y germanos, sobre todo desde el punto de vista cuantitativo. Y tampoco es novedad que los escandinavos reciban valoraciones positivas por parte de los encuestados. Venían -vienen- en determinados meses del año, antes de que los rigores invernales frenen las ganas. Siempre se distinguieron por un comportamiento educado y por su amor a la naturaleza. A las suecas se las recuerda por el furor que causaron en los años sesenta entre una población local que quería romper con corsés y tabúes. Los finlandeses, exquisitos en corrección y comportamiento, encontraron el vodka tan barato para sus juergas de los viernes que terminaron creando sus propios clubes.
Los italianos fueron el gran descubrimiento de los años ochenta. Llegaron con  su estilo desenfadado y siempre elegante, ávidos de diversión, aventura y casinos de juego. “Ligones y carismáticos”, concluye la investigación de easyviajar.com. También ruidosos, rasgo que comparten con los alemanes, muchos de los cuales fueron asentándose en urbanizaciones y núcleos que les enamoraron para su condición de mayores. En busca de sol y playa, principalmente, han venido siempre los ingleses que no salen muy bien parados en el estudio, atendiendo a su fama de excesivamente bebedores y mal vestidos. Sin embargo, recordemos que los primeros flujos de turismo británico que llegaban en los años sesenta del pasado siglo destacaron por su elegancia y vanguardismo en los atuendos que lucían mayores y jóvenes.
Inglaterra y Alemania siguen siendo los mercados emisores más importantes. Hasta sus ferias de Londres y Berlín, hay que acudir en busca de turistas que valoran, entre otras cosas, la naturaleza de las islas -cada vez más castigada, pero bueno-, los precios de sus vacaciones, el carácter atento y servicial de su gente y la estimable profesionalidad con que son atendidos.

Aunque las características hayan cambiado con el paso del tiempo, conviene tenerlas en cuenta. Las respuestas adecuadas en las prestaciones dependen, muchas veces, de saber interpretar el modo de ser de nuestros visitantes.

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