viernes, 30 de agosto de 2013

JARDINES PORTUENSES (II)

Consignado en la primera entrega de esta serie que las actuaciones en espacios ajardinados tienen un capítulo concreto de conservación en la Adaptación del Plan General de Ordenación (PGO) del año 2000, en el que se especifican las condiciones de protección, hay que tener en cuenta también que el Plan de Mejora y Mantenimiento (PMM) promovido por el Consorcio de Urbanístico de Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz contiene un programa para desarrollar la red de jardines de interés y rincones con encanto del municipio. Sus responsables técnicos, conscientes de la importancia que pueden tener en programas de gestión y planificación, y hasta en iniciativas promocionales, a efectos de integración y dinamización de productos turísticos, han confesado haberse tomado este capítulo con el máximo cariño. Habrán de trasladarlo a la práctica.
            La anterior denominación, por cierto, jardines de interés y rincones con encanto, se corresponde con un producto específico, es decir el único propio del Puerto de la Cruz respecto al resto de la isla. Tales lugares con encanto son jardines o tienen jardines. Están en tres tipos de propiedad, según los autores del PMM, lo que equivale a distinguir, a la hora de ejecutar las actuaciones previstas, entre las del espacio público (el Taoro, por ejemplo), del equipamiento de espacio privado (Risco Bello, dentro del mismo parque) y de establecimientos de alojamiento (jardines del Tigaiga o la Chiripa).
            Pero nos centramos en el aspecto actual y en las previsiones de actuaciones en espacios libres y viarios. Las plazas del Doctor Víctor Pérez (popularmente San Francisco) y Concejil deben ser, por sus características, referencias identitarias, rincones que reflejen la propia trayectoria de la ciudad, abierta a los visitantes, y el esmero de sus cuidadores. Son rincones apacibles, frecuentados a cualquier hora, aptos para el solaz o el remanso. El lugar de los enamorados o de los lectores, de la contemplación o de los primeros juegos.
            En San Francisco, una pequeña pileta sostiene una ñamera y unos berros. Unos bancos a su alrededor y una verja de color plata de cerramiento. Parterres pequeños y bien cuidados con diversidad de especies. Antaño, echaban monedas a la pila, a la espera de que acompañara la suerte. Es un enclave lleno de sugerencias, junto a Quintana, una de las arterias peatonales más transitadas de la ciudad, y junto a la ermita de San Juan Bautista e iglesia de San Francisco, la primera construcción civil del municipio, que data de los primeros años de 1600.
            Por lo que respecta a la plaza Concejil, si bien el criterio técnico de despejar la visión de la fachada del antiguo colegio de los padres agustinos, considerado Bien de Interés Cultural (BIC), sería asumible, habrá que confiar en que eso no signifique la desaparición de especies arbóreas ni el traslado del busto en memoria de Francisco Afonso Carrillo, colocado en su día con un amplísimo grado de consenso.
            En la plaza del Charco, se hace necesaria, una intervención claramente orientada a mejorar su estética. Téngase en cuenta, por ejemplo, que ninguna de las palmeras derribadas en los últimos tiempos por temporales de viento ha sido repuesta. Los restos de sus troncos, tan desnudos y visibles, no son la mejor estampa. Cabe dudar del estado de salud del resto del palmeral, en otro tiempo, tan copioso y llamativo, por lo que sería procedente una actuación técnica integral, con el fin de salvar las unidades existentes o de trasplantar e incorporar otras nuevas con un claro sentido de uniformidad.
            Para el resto de este punto neurálgico de la ciudad, es probable que los expertos esgriman el criterio de que la vegetación a utilizar debe ser autóctona o endémica de piso costero (menor gasto de agua), estando  los jardines y alcorques dotados de sistema de riego de agua por goteo, lo que supone un ahorro considerable.

(continuará).

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