viernes, 26 de julio de 2013

SAN TELMO, UN ADIÓS A LA INDOLENCIA

Lleno total en el salón de plenos del Ayuntamiento (Alguien, con sorna, pidió que incrementasen el aire acondicionado). Ganas de hablar. Y de participar. Ausencias de alcalde y concejal-delegado de Urbanismo. Técnicos y ejecutivos algo impresionados por el ambiente que, salvo incidentes de poca monta y algún momento de tensión, discurrió correctamente. Se echó en falta también a los técnicos municipales, salvo que no se cuente con ellos o no tengan nada que decir. Gente de toda condición. Muchos jóvenes. Y también, ‘santelmeros’ de toda la vida. Allí, queriendo enterarse de qué va a pasar con este rincón identitario del municipio.
         Se diría que algo se mueve en el Puerto. Cuando la población parecía anestesiada y que había perdido el espíritu crítico y de disconformidad permanente que tanto la ha caracterizado, algunos asuntos han agitado su sensibilidad. En el presente mandato, por ejemplo, se movió por la cabalgata de Reyes, harta de aquel bajísimo nivel que ahuyentó a centenares de familias hacia otras localidades. Y transformó para bien la cosa. También lo hizo por otro móvil festero, la jornada de la embarcación de la Virgen del Carmen, reconviniendo el desmadre en que se había convertido. El gobierno local hizo lo que tenía que hacer: prevenir, educar y advertir. La fiesta la hace el pueblo pero hay que saber cultivar el civismo y la sana diversión. De ahí resulta el beneficio colectivo.
         Y ahora el proyecto de remozamiento del paseo San Telmo, una de las tres arterias de las zonas turísticas de Tenerife más transitadas, ha logrado que la gente se movilice y se interese, hasta el punto de llenar el salón de actos del Ayuntamiento en una calurosísima tarde veraniega, de recoger más de mil firmas que expresan su desacuerdo (al menos parcial) con algunos de los contenidos y de presentar más de cuatrocientas alegaciones que, independientemente de su mayor o menor enjundia, ponen a prueba la capacidad de respuesta de los portuenses. Para quien ofició de pregonero hace pocas fechas y hacía como tal una apelación al espíritu participativo de la población, esta respuesta no puede ser más satisfactoria.
         Los responsables de la actuación proyectada habrán interpretado de inmediato que no las tienen todas consigo. Más allá del debate sobre el muro y su valor histórico -la solución de la baranda de alambres de acero para dar sentido a la filosofía de abrirse al mar no gusta o no convence-, preocupan -hasta el rechazo en algunos casos- un voladizo donde la vía más se estrecha, la carencia de una solución técnica para sortear las escalinatas próximas a la plaza de la ermita (y que obligaría a un recorrido alternativo por la calle La Hoya, hecho que disgusta, evidentemente) y también la conformación del pavimento y los precios de los materiales de mobiliario o elementos de vegetación.
         Podrá resultar todo lo difícil que se quiera pero algunas de las apreciaciones manifestadas tendrán que ser estimadas. Porque hubo intervenciones muy juiciosas, patentes conocedoras del proyecto, reveladoras del amor por este rincón del municipio y de la necesidad de acometer estas intervenciones, incluso desde la objeción, en un clima racional de receptividad entre las instituciones promotoras y los administrados. Para eso es la participación ciudadana. Para informarse adecuadamente y anular la indolencia. Y todos los canales que se abran para impulsarla y mejorarla serán bienvenidos.
         Queda también la duda de la oportunidad, si no hay otras cosas que afrontar en la ciudad más apremiantes. Y de cuál será el grado de resistencia de los establecimientos y comercios si las obras se prolongan. Y si el mantenimiento será al que estamos acostumbrados en la ciudad, o sea, escaso o ninguno.
         Pero la iniciativa, que cuenta con ficha financiera, debe seguir su curso, pasada la temporada estival. Las decisiones de ahora, de las próximas semanas, serán determinantes para proyectar el San Telmo de todos. Hay que acercar posiciones.

         Porque ese, despertada la sensibilidad y contrastada la respuesta -ojalá cunda el ejemplo-,  es el objetivo.  

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