lunes, 15 de julio de 2013

INSULTAR A LOS POLÍTICOS

Un niño de diez años, sin apariencia de superdotado, que participaba en la versión infantil de un popular concurso televisivo, fue preguntado por las cosas que más le gustaba hacer. Y su respuesta fue terminante:
            -Dibujar, jugar e insultar a los políticos.
            Normal que el presentador se sorprendiera con una sonrisa para la ocasión y con una apreciable extrañeza. No era cuestión de insistir mucho más: el chaval reafirmaba su convicción como si ya estuviera acostumbrado o fuera un consumado profesional de esa preferencia. Como si de una actividad natural se tratare: insultar a los políticos. Y se quedó tan pancho.
            Aunque confiemos en lo aislado del caso, es llamativo que entre niños pueda tenerse esa percepción y, encima, multiplicarla en un espacio televisivo. Que a sus apetencias naturales y propias de la edad, hayan unido la descalificación y el reproche insultante a los políticos, a los que ven salir en televisión, a los que identifican por la calle si de su ámbito más próximo se tercia, resulta muy inquietante.
            Lo fácil es decir que estamos ante otra prueba del descrédito ganado a pulso por determinados personajes o cargos públicos a lo largo de los últimos tiempos. Otra demostración de la desafección hacia la política o la cosa pública acumulada en todas las capas sociales. El ejemplo palpable de que estamos ante una actividad desacreditada hasta el punto de merecer el ingenuo -¿o no tan ingenuo?- reproche de los menores a los que entretiene expresar -seguro que en cualquier ámbito- una maledicencia o malsonancia, una ofensa pues.
            Pero no cabe una resignación sin más. Y mucho menos si, preguntado el chico dónde aprendió eso, responda que en la tele, o que lo dijo tal o cual locutor/predicador. La política es algo tan serio que debe corregirse o erradicarse de inmediato cualquier conducta tendente a su descrédito, a su denigración. Máxime cuando a tan temprana edad se tienen señales claras de su rechazo. Y los políticos deben ser conscientes de que sus actuaciones han de inspirar más confianza si no quieren que el irrespeto empiece a alcanzar niveles irreversibles. Claro que es malo que los niños se tomen su papel o su profesión como el del concurso aludido. No es que se empiece bromeando o contando chistes, que eso ha sucedido toda la vida; sino que se insulte directamente a quienes representan la voluntad popular o ejercen una función pública merecedora de consideración.

            Es curioso: cuando algunos creíamos que la democracia iba a madurar y tendría mecanismos o resortes para evitar ciertas situaciones, resulta lo contrario. Pensar que suprimieron aquella asignatura, “Educación para la ciudadanía”… Pobre política: padres y madres, educadores: no dejen que los niños insulten a los políticos.

No hay comentarios: