jueves, 4 de abril de 2013

JUANITO, EL ESTILETE TEMPERAMENTAL


La suya era una velocidad distinta. Que se lo pregunten a Eladio, aquel lateral zurdo del F.C. Barcelona, que le marcó (¿le marcó?) en aquel inolvidable mediodía carnavalero en el “Rodríguez López”, victoria del Tenerife (4-1) en un amistoso que sirvió para terminar de convencer a los técnicos del club catalán.

Juanito hizo diabluras. Le hizo “arrojar” al defensor. Le quebró la cintura, dirían los chicos de hoy. Le hizo sudar sangre, también. Y es que, dotado de un prodigioso sentido de la verticalidad, reveló, en ese partido y en muchos otros, su capacidad de desborde, su regate seco y desbaratador de todas las vigilancias por férreas que fuesen. Semanas después, marzo de 1972, siendo Marinus Michels entrenador del equipo blaugrana, debutaba en San Mamés, ocupando la plaza de Carlos Rexach. En el Barcelona, llegaría a compartir dupla atacante con José Antonio Tigre Barrios, otro tinerfeño que triunfaría en la ciudad condal después de haberlo hecho en el Granada.

Juan Díaz Sánchez, Juanito el Vieja, sobresalía por su rapidez y por su habilidad. Era un estilete. Desde que se incorporó al primer equipo del Tenerife, su juego incisivo y veloz propició un estilo de contragolpe como hasta entonces no conocía el equipo insular. Con García Verdugo como técnico, ascendió a segunda división. Ambidextro, dotado de un excelente toque de balón, superaba con generosidad la inevitable tendencia individualista de este perfil de jugadores.

En las transmisiones, cada vez que recibía el balón, el tono se elevaba automáticamente. Era como si enardeciera el juego. Le gustaba arriesgar. De carácter díscolo, ese comportamiento a veces le perdía en la cancha. Le gustaba encarar al rival, le apasionaba el uno contra uno, acaso porque se sentía capaz de desbordar siempre. Algunos disgustos tuvo con los árbitros y con Arsenio Iglesias, en el Hércules, quien no debió tragar con sus extravagancias. Pero fuera del campo, era un tipo estupendo, fresco, dialogante, buen compañero  que se interesó siempre por la marcha de los equipos tinerfeños.

Con el Barcelona se proclamó campeón de Liga. Después, se marchó al Hércules, todavía en primera división. Allí no hizo buenas migas con Iglesias, entrenador entonces del equipo alicantino. Fue traspasado a la U.D. Salamanca, donde reverdeció laureles y se ganó al aprecio de los aficionados, además de contar con la confianza de García Traíd y Felipe Mesones, los dos técnicos con los que superó los cien partidos en la máxima categoría. Regresó al Tenerife a principios de los ochenta para retirarse en segunda ‘B’. Y hasta jugó unos meses en el Mensajero.

Juanito el Vieja no sintió entonces la tentación de entrenar. Mantuvo, en su oficio de conductor, su carácter espontáneo, solidario y campechano. Le agradaba rememorar su paso por los primerdivisionarios y su capacidad para adaptarse a climas tan diferentes como el de Salamanca y Alicante.
Desde luego, un futbolista singular que será recordado por aquellos regates a Eladio, por su velocidad distinta, por su temperamento y por su militancia destacada en tres equipos de primera división.


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