jueves, 21 de marzo de 2013

ESPIADOS

Espiados. Yo espío, tu espías, él espía… ellos espían. Espiar, verbo de moda. Hasta el independentismo catalanista, tan accidentado y tan agitado, ha tenido también sus episodios. En realidad, espionaje ha habido toda la vida: saber qué hacen los demás, los cercanos y los enemigos, ha llegado a ser una obsesión. Hasta los medios de comunicación que ahora ponen el grito en el cielo y presumen de denuncias utilizaron las cámaras ocultas y obtuvieron imágenes o testimonios verbales para poner en evidencia.




Todos espiados. O esa es la sensación.



En la película Missing, de Costa Gavras, hay una escena en la que Jack Lemmon (padre de Charles Horman) llega a la habitación de su hotel y sorprende a una persona (¿policía?) manipulando el teléfono:



-Ya lo podrían hacer de forma menos descarada-, se limita a decir Lemmon.



Sabíamos del espionaje por el cine y por la literatura, ficción y realidad, riesgo, dobleces, delaciones y errores fatales. Pero ahora el espionaje está en cualquier sitio, con mayor o menos profesionalidad, que en todas partes hay clases. Los ojos del Gran Hermano, los oídos del Gran Hermano, los tentáculos del Gran Hermano…



Ellos espían. Por encargo o sin él. La finalidad es otro debate. Pero que no hay que fiarse, seguro.





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