viernes, 15 de marzo de 2013

DIOS LE GUÍE


A medida que las informaciones sobre los perfiles y la personalidad del nuevo Papa hacen que vaya remitiendo la sorpresa inicial de su elección, la percepción es la misma que antes de celebrarse: quien quiera que fuese, independiente de nacionalidad, tendrá que pilotar la Iglesia católica de modo que ofrezca respuestas claras a las exigencias del propio catolicismo y de la sociedad del siglo XXI.
         El problema no es sólo los escándalos sexuales de algunos de sus miembros o los indicios racionales de corrupción sino el inmovilismo. A una institución cabe exigirle siempre aperturismo, transparencia. Y sobre todo, un posicionamiento claro y solidario ante medidas de poderes terrenales que frenan el progreso y los avances sociales.
         El nuevo pontífice sabe bastante de lo que son las demandas y aspiraciones de capas de población de jun país y de un continente que tienen en la Iglesia católica una referencia. Es su fe, es su credo lo que les mueve. Pero a estas alturas de la Humanidad ya no basta con una entusiástica concentración en el curso de una visita papal o con una liturgia de impecable e impactante ejecución.
         Los primeros gestos de Jorge Mario Bergoglio, de Francisco I, son esperanzadores. Las informaciones que van llegando sobre su pasado son esclarecedoras, aunque se mantengan sombras de duda. Pero no estamos aquí para enjuiciar su pasado sino para afrontar el porvenir con otro talante o con otra perspectiva. Claro que la humildad de las formas debe estar acompañada por la iniciativa y la firmeza de las convicciones para dar pasos a favor de querer abrir nuevos caminos que nos hagan ver la nueva Iglesia. Y es que inspira cierta seguridad su condición de jesuita.
         No se quiere un Papa revolucionario sino un pontífice emprendedor, transigente, consciente de que ha de modelar y operar en un cuerpo que tiene más seguidores que nunca. Consciente de que poco tiene que ganar ante el laicismo y mucho ha de reformar para superar la desafección y la creciente pérdida de fieles.
         Habla castellano y procede de un continente de especiales características en el plano sociológico. Además del gobierno de la Iglesia, tiene por delante la inmensa tarea de incentivar la fe y de modernizar estructuras y usos.
         Por usar su fraseología inicial, Dios le guíe y le bendiga.

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