jueves, 21 de febrero de 2013

CASA AMARILLA

Es una de las personas que más esfuerzos ha volcado en la recuperación de la Casa Amarilla, que albergó, allá en el límite del término municipal con La Orotava, y en las primeras décadas del siglo XX, el primer centro de investigación primatológica.


Melchor Hernández Castilla, el psicólogo portuense, no ceja en su empeño. Y por eso gratifica verle conferenciar, reciclando material y aportando cualquier testimonio novedoso, como hizo días pasados en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Allí acudieron compañeros, profesores, investigadores y personas interesadas en el asunto. Es curiosa la presencia de tantos extranjeros, muchos más que nativos.

Sin duda, tiene mucho que ver la figura de Wolfgang Khöler, que da nombre a una fundación que, poco a poco, va extendiendo su radio de acción en círculos científicos y universitarios. Khöler y cuanto le rodeó, que no es poco, incluso alguna novela que imprime más interés a sus importantes investigaciones en el comportamiento de los primates.

Pero es el entusiasmo de Melchor lo que se quiere ponderar. Con toda justicia. Esta es una causa que se abraza porque personas y profesionales como él dedican afanes incesantes, pese a los imponderables y las penurias convertidas en auténticas tribulaciones cuando de aguardar respuestas de la Administración se trata.

Se le nota en su exposición, tan metódica como fresca, a veces espontánea, intercalando vivencias o comentarios de gráficas que ha ido obteniendo durante tantos años de estudio. Melchor amasa prudentemente su sueño de ver reconstruida la Casa Amarilla que, ahora mismo, tiene el mismo aspecto ruinoso y destartalado que conocemos desde hace meses. Una prudencia que no quiebra cuando tiene que hablar del doctor Mas, de su colegio profesional, de Jane Goodall, de Manuel ‘el de los machangos’ o de cualesquiera otras autoridades científicas con las que ha ido relacionándose para acentuar su entusiasmo y sus ganas.

El empeño es que el Puerto de la Cruz renueve la sede del que fuera primer laboratorio de investigación de los chimpancés. El abandono y eternos pleitos judiciales han ido condicionando la materialización de un proyecto ambicioso que merece respuestas que, al menos, signifiquen que algo marcha.

Por eso, siempre se agradecerán testimonios como el de Melchor Hernández Castilla ahora que se cumplen cien años del comienzo de las investigaciones de Khöler, ahí mismo, en La Paz, donde su huella ha quedado para siempre.

Aunque los portuenses aún no sean plenamente conscientes de ello.



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