viernes, 21 de diciembre de 2012

CUMPLEAÑOS CON EL MAESTRO

Entre los cincuenta años de la publicación de su primera crónica y la concesión del Premio Nacional de Periodismo Cultural 2012, media una trayectoria difícilmente comparable. Juan Cruz Ruiz quiso celebrar ese aniversario y ese galardón en su pueblo, al lado de los suyos, de amigos, de periodistas y familiares, de paisanos y de curiosos que querían escuchar de viva voz los arranques de su prolífica escritura y las reflexiones sobre los apremios y el porvenir de la profesión y del periodismo.


Lo hizo allí, en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, la casa donde encontró tantos libros en su juventud y a la que ahora, en la incipiente edad senecta, dona su colección bibliográfica, noticia final dicha y hecha sin estridencias ni alharacas al final del aniversario, como para apagar las velas.

Ante se había emocionado. Cuando se proyectó la reproducción de aquella primera crónica publicada en Aire Libre, dirigido por Julio Fernández. La crónica manuscrita, según reveló, y que antecedió a tantas otras enviadas telefónicamente, mediante conferencia con operadora a cobro revertido, o ya pasadas a máquina y que, en un sobre, con fotos a veces, las trasladaba a la sede del periódico, en Santa Cruz, el conductor de una guagua o un amigo.

Tiempos heroicos aquellos cuando la vocación cobraba cuerpo y donde publicar en prensa, siendo tan jóvenes, era un timbre que sonaba entre osadía y rienda suelta a lo que se lleva dentro. Esa sensación se conserva: la de abrir el periódico y buscar el nombre para acreditar la autoría del texto. A veces, muchas, para preguntarse, ¿y yo escribí esto?

Juan Cruz Ruiz contó las vivencias de entonces. Reiteró su identificación con la radio y valoró la interpretación que inspiraba aquel programa de la desaparecida La Voz del Valle, dirigida por el padre José Siverio, en el que los pueblos competían sanamente para que la Navidad de los humildes no fuera tan menesterosa. Y descubrió sus primeros pasos como editor (bueno, editor y todo lo demás, hasta repartidor) con una revista titulada Ahora que también vio la luz en La Orotava.

Se bebió Juan todo el periodismo cuando se marchó a La Laguna, junto a Ernesto Salcedo y Alfonso García Ramos en las redacciones de El Día y La Tarde. El periodista, después del género deportivo que con el tiempo retomaría, ya corría hacia los éxitos que labraba en cada texto, en cada paso, en cada aprendizaje.

Y el salto a la literatura, cuando “Monosílabos enigmáticos acabaron con todo”, primeras líneas de aquella Crónica de la nada hecha pedazos, primera novela y primeros laureles. Muchos y buenos títulos siguieron a una fértil producción literaria. Una obra en la que contrastar la sensibilidad, el intimismo, la visión empírica, la marca familiar, el ángulo crítico y hasta el lado tierno de las cosas. Una obra que se asienta sobre el infinito Territorio de la memoria.

En él ya hay un hueco para los foros digitales. Mira que te lo tengo dicho, frase tan materna que sirve de título a la versión bloguera de Cruz Ruiz. Hasta acabar con un esclarecedor análisis del presente y futuro de los medios. Impresión optimista del autor porque el periodismo sigue siendo muy necesario, simplemente. Y porque va a haber más formación, más opciones, más pluralismo.

Con esa conclusión, y con el anuncio de la donación de su biblioteca al Instituto, apagó las velas. Sencillo pero reconfortante aniversario.





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