jueves, 13 de septiembre de 2012

HORIZONTE ENNEGRECIDO

"Los gallegos saben distinguir entre lo que hace el Gobierno central y lo que he hecho yo", declaró Alberto Feijoo, presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección.
"Yo no comparto la decisión del Gobierno y yo no la hubiera tomado, Hay mucho descontento con este asunto", dijo públicament5e Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid en referencia a la decisión de excarcelar al terrorista Bolinaga.
"Es un grave error la subida del IVA a la cultura", manifestó José Antonio Monago, presidente de la Junta de Extremadura, en clara discrepancia con varios miembros del Gobierno por este asunto.
"El PP no se puede permitir el lujo de estar peleándose y más en público," afirmó Carlos Basagoiti, candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno vasco.
En fin, los testimonios de dirigentes del PP -es posible que haya más- revelan un descontento notable. Con la proximidad de las elecciones gallegas y vascas, el asunto cobra mayor preocupación. Sufre el partido gubernamental -lo que son las ironías de ida y vuelta de la política- las tempestades internas derivadas de la crisis y de las medidas que generan malestar social. Es una situación muy similar a la vivida por el Partido Socialista Obrero Español en los últimos meses del mandato 2007-11, cuando se barruntaba el descalabro electoral y muchos presidentes autonómicos y alcaldes que se presentaban a la reelección hacían juegos malabares para escapar de la quema, para intentar evitgar los castiigos del electorado. La situación de ahora es prácticamente idéntica: una encuesta reciente revelaba que la mitad de quienes votaron a Rajoy el pasado mes de noviembre -fijarse bien: no ha pasado un año- afirman ahora que ya no lo harían. Y seis de cada diez de las personas que votyaron al PP dicen que ya no se fían de Rajoy.
Si a los testimonios señalados se unen las discrepancias entre ministros que han trascendido, Montoro con De Guindos, Soria con Montoro, Ruiz Gallardón con Rajoy, nos encontramos con un partido gubernamental debilitado. Desde dentro, en el Gobierno y en su propio electorado. El presidente empieza a ver discutido su liderazgo -incluso por periodismo afín- mientras los problemas se amontonan y merma la credibilidad.
Con el rescate sin resolver y Catalunya en pie de independencia, con dos citas electoralesa la vista -en una de las cuales no tiene otra esperanza, ¡lo que son las cosas! que pactar con el PSOE-, el horizonte popular está ennegrecido.

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