lunes, 6 de agosto de 2012

TOP LESS


Los americanos y sus ocurrentes reivindicaciones refrescan las escrituras veraniegas. No es que reaviven un gran debate; al revés, llama la atención que, a estas alturas, anden todavía con ciertas disyuntivas y quieran solemnizarlas, elevándolas de rango, como es hacerlas coincidir con la fecha del próximo domingo 26 de los corrientes, cuando se cumplen noventa y dos años de la aprobación del voto femenino en los Estados Unidos. Para ese día, la organización Go Top Less (Ir sin sostén, si se permite la traducción), quiere inundar las avenidas de Washington con el grito (que quieren convertir en derecho) de que las mujeres tomen el sol en lugares públicos o se bañen sin sujetador, sin la parte de arriba del biquini. Hay ciudades con normativa estricta que prohíbe esta práctica y hacia ellas quieren los promotores extender la protesta, animando gráficamente a los hombres a sumarse de forma activa a ese grito provistos luciendo sujetadores o el mismísimo dos piezas con el fin de poner en evidencia el que se considera un trato diferente ante la ley.
            El hecho permite rescatar de la memoria una anécdota ocurrida en un pleno del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, en el primer mandato democrático (1979-83). Fue aquella, por cierto, una corporación cuyos componentes pueden presumir de excelente relación amistosa: un acuerdo no escrito estableció que, después de cada sesión, daba igual los resultados, había un vaso de vino que lo sonreía y arreglaba casi todo. En la ciudad turística, todavía en auge en aquellos años, las modas y los extranjerismos se habían impuesto sin grandes dificultades y era común desde entonces que muchas mujeres, de distintas edades, lucieran sus atributos en hoteles, piscinas, solários y playas. No hubo escándalos por ello. Es más, la estampa se hizo costumbre y habitó entre los portuenses, mirones añadidos.
            Bien. El caso es que la concejala Dora García (UCD), en la oposición, propuso alguna medida para impedir la práctica del top less en el complejo turístico “Costa Martiánez”, donde primero en los alrededores de La Jibia, luego en el Charco de las tortugas y finalmente alrededor de Los árboles invertidos, mujeres de distintas nacionalidades y también peninsulares se tumbaban al sol sin sujetador. Es decir, era una situación bastante natural, aceptada sin más. De vez en cuando, algún ejecutivo o responsable del complejo le ordenaba a los operarios que diesen un toque de atención pero, en la mayoría de los casos, cuentan que incumplían la instrucción o dejaban hacer, que era la mejor manera de no complicar la existencia y el desnudo parcial femenino. La concejala, acaso alertada por algún ataque de puritanismo en tiempos donde la democracia aún era vista con recelos, quiso poner coto a tamaño exhibicionismo y pidió en pleno que se restringiera o se impidiera aquella práctica impudorosa.
            Hasta donde llega la memoria, la propuesta fue acogida en aquel consistorio tan varonil -Dora García y Elsie Ribal (PSOE) eran las únicas mujeres entre los veintiún componentes- con múltiples lecturas e inevitables sonrisas. Desde alguien que decía si no había asuntos más trascendentes que abordar hasta las dudas suscitadas en los otros grupos políticos a ver qué posición política se fijaba. Tal fue así que Dora encontró la solidaridad y la complicidad de Elsie y hasta se interpretaba que pudiera producirse una ruptura en la disciplina de voto que se saldó entre inevitables expresiones de hilaridad, sobre todo después de que Felipe Machado del Hoyo (AIP), con una oportuna dosis de sorna, dijera que, en todo caso, era de difícil aplicación, tanto por lo que podría impedir de ver como por lo que podría permitir. La iniciativa decayó, claro. Y el episodio, con algún titular de prensa, quedó para los restos.
            Bueno, y después de que sea uso y costumbre, de tanta laxitud en las civilizaciones occidentales, de tanta normalidad y después de tanto nudismo, incluso donde no está autorizado, de tantas imágenes donde la ‘pechonalidad’ ya no escandaliza, resulta que los avanzados norteamericanos reivindican el derecho a lucirla sin que sea delito ni objeto de ofensa ni de persecución. Hay algún estudio donde se descarta que el top less se identifique con la liberación del cuerpo femenino, por ejemplo. Igual el hedonismo de ese exacerbado culto corpóreo, o la naturalidad, simplemente, son determinantes cuando hasta desde el ángulo político se ha podido comprobar que es una práctica que une, por razones bien distintas, a feministas con ultraderechistas.
            Otra cosa es que las fotos para ilustrar la jornada reivindicativa en la capital norteamericana, especialmente en ámbitos donde no se disponga de mucha información o no se haya explicado lo suficiente el alcance de lo que se pretende, sean de hombres que luzcan un biquini. Entonces, será difícil controlar la inducción a la algazara.

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