martes, 5 de junio de 2012

LA AUTOCRÍTICA COMO EJERCICIO SALUDABLE

Hace bien Carmen del Riego, primera presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, al reivindicar la autocrítica para los periodistas. Se la hemos pedido a políticos, a sindicalistas, a cargos públicos pero nos hemos olvidado de practicar ese ejercicio nosotros mismos. Claro que alguna parte de culpa tendremos en la crisis que se ha llevado por delante empresas, medios, programas y profesionales.


Alude del Riego de una postura acomodaticia, que es tanto como plegarse a los propios adelantos tecnológicos y a las supuestas ventajas de la inmediatez. Con tal de hacer el trabajo más fácil y más llevadero, hemos ido contribuyendo, sin darnos cuenta, a una cierta degradación. O lo que es igual: el celo de otrora, el contraste de las fuentes, acudir al núcleo de la noticia y el rigor de las exigencias de los jefes, han sido sustituidos, en pleno clima de indispensables previsiones, por una mayor ligereza, por un tratamiento más llevadero, por informar u opinar casi a distancia y por el apremio del cierre de ediciones o del número de palabras o del tiempo medido casi en décimas de segundo. Así han salido tantas cosas.

Hay una crisis -dice Carmen del Riego- que es producto de la aparición de las nuevas tecnologías. Vale. Y de las servidumbres que han generado en los métodos de trabajo, añadimos. Ahí es donde sitúa la necesidad de la autocrítica para reconocer nuestra responsabilidad y valorar, por ejemplo, cómo hemos sustituido las fuentes por Google y cómo nos hemos resignado a comunicados -a menudo, “fusilados”- que sustituían la tarea de la redacción propia y a grabaciones audiovisuales con la parte, el mensaje, que más interesa “colocar” a los emisores. Hay que preguntarse, dice la presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, hasta qué punto somos responsables de todos esos hechos que han desvirtuado, de alguna manera, la función esencial del periodista o del informador.

Es completamente cierto que, en los tiempos que corren, con todos los vientos en contra, poco margen queda para reflexionar sobre nuestro modus operandi. Hasta se puede admitir que cuando lo que importa es salvar el puesto de trabajo, queden estas cosas para los teóricos que tan fácil lo ven.

Sin embargo, pese a las circunstancias, hay que plantearlas en abierto para corregir ciertos hábitos y para quebrar esa comodidad que no juegan a favor de la calidad periodística. En pleno proceso de destrucción de empleo y de cambios sustanciales en el mundo de la comunicación, los profesionales, si quieren mantener los fundamentos y la dignidad, si quieren seguir ejerciendo conforme a los principios deontológicos, han de tener muy presente la necesidad de revisar sus propios comportamientos. Es saludable.

Por un mejor periodismo. Por un mayor respeto a los destinatarios de su trabajo.



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