miércoles, 30 de mayo de 2012

FELEY, EN SU DESPEDIDA


Compartíamos la despedida de la vida profesional activa de Rafael Espinosa Córdoba, arquitecto técnico del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz durante tantos años, más conocido por Feley o por Felei, que con las dos íes se podrá escribir sin  temor a errar y se deja a libre elección de quien le conozca, un profesional responsable, leal, atento, expectante que ha asistido en primera fila a cambios de alcaldes y de régimen político y allí ha estado él, con sus lápices, con su cinta métrica, sus reglas de cálculo, sus trazos y sus planos, continuidad de la escuadra y cartabón empleados en las pequeñas aulas del inolvidable colegio de segunda enseñanza “Gran Poder de Dios”.
            Entonces allí le conocimos, cuando también hizo pinitos en el teatro que dirigía Jesús Hernández Martín, el Maestro, en el desaparecido teatro Topham, interpretando Maese Pateleain y La Fórmula 3K3, repitiendo una y mil veces la escena del “Hablad quedo, Qué decís, Hablad más bajo, que las paredes oyen”. Y cuando teníamos en El Penitente el pequeño estadio particular donde lucir habilidades jugando con pelotas de trapo y papel. Desde ahí, el centro de operaciones pasó al Cima Club localizado en la Casa Parroquial de la plaza de la Iglesia, donde Felei encabezó un movimiento para destituir a Irineo Machado de la presidencia por un insólito allanamiento de morada. ¡Cosas estudiantiles!, que diría Juan Francisco. En aquellos locales se debatía, ni más ni menos, quienes conducían o empujaban los carros de los pasos de Semana Santa. Y allí estaba Feley aportando su criterio juicioso.
            Practicó tenis de mesa, vulgo ping-pong, disciplina en la que alcanzó un estimable nivel hasta ser autocrítico con su propio desempeño. “Qué mal juegas Feley” o “Concéntrate, Espinosa”, se decía en voz alta cuando golpeaba a la red o fallaba un mate fácil. Era tan entusiasta de este deporte que promovió, junto a otros practicantes, las célebres “24 horas”, de las que se hicieron varias ediciones, algunas en el parque San Francisco. Veinticuatro horas ininterrumpidas que fueron durante varios años una auténtica cita deportiva local. “Se está jugando con pelotas de la marca Dunlop Barna Tres Coronas, cedidas gentilmente por la firma Fotopesca Maricumbre”, era un eslógan fijo y memorizable de la época.
            Un párrafo aparte merece su dedicación a la Cruz Roja. Presidió la asamblea local muchos años. Hizo arduas gestiones para dotar a la institución de ambulancias y recursos materiales. Estuvo presente en todas las situaciones de emergencia (incendios, salvamentos, rescates…) pero también en muchas de ámbito particular en la que se trataba de trasladar a un  enfermo o a una persona necesitada, aportando su comprensión y su voluntad de hallar una solución. El mismo condujo las ambulancias en numerosas ocasiones. Su labor al frente de la Cruz Roja fue siempre reconocida. En cada 8 de diciembre, Día de la patrona, era el primero en participar.
            Es el padre de algunas frases que han ido engrosando el pequeño gran anecdotario de la localidad. En el Cima Club, por ejemplo, cuando se discutía la ampliación de horario, le espetó al agustino Saturnino, párroco de la Peña: “Padre, usted es bobo o se hace el bobo”. También, en torno a la dedicación de los asociados, cuando no respondían, patentó ésta: “El club somos todos”. Pero ninguna tan original como aquella en que tradujo al inglés un dicho popular sobre el acceso de un futbolista al primer equipo del C.D. Puerto Cruz: “Verdaderamente, verdaderamente, el chico mío jugará en el Puerto Cruz”. Feley patentó: “Certainly, certainly, my baby will play in Puerto Cruz”.
            Finalmente, los años del Ayuntamiento, tantos subiendo a la segunda planta, donde está localizada la oficina técnica municipal. Gracias a sus desvelos, por cierto, pudo lograrse el ascensor para facilitar la accesibilidad. Años también de impulso a mejoras en las condiciones laborales: las casualidades y las paradojas quisieron, por cierto, que el punto final a su trayectoria llegara justo un día después de la pérdida de algunas conquistas. Hasta el último momento, queremos pensar, se condujo con la franqueza que le caracterizó, cuando, sin perder la compostura, decía las cosas de frente y sin rodeos.
            Bueno, pues en “Pueblo chico” nos vimos para acompañarle en su despedida, a la que acudió Joaquín Jalvo y a la que, desde el cielo, asistieron José Luis Bonnet y Francisco Jordán, para quienes sonaron los mejores aplausos de la jornada cuando él les recordó. Sus compañeros de siempre, y los más jóvenes que se han incorporado,  habrán contrastado tanto el afecto que supo granjearse como el buen ambiente que envolvió la relación personal y profesional en el Ayuntamiento portuense.
            Ahora, libre de obligaciones o cargas de trabajo, podrá disfrutar. Se lo merece.

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