sábado, 28 de abril de 2012

EL PENALTI DE ALFREDÍN


El penalti fallado por Sergio Ramos (Real Madrid) en la tanda que decidía la clasificación para la final de la Champions League, frente al Bayern de Munich, permite rescatar de la memoria uno de los episodios más comentados del fútbol portuense. Quienes lo presenciaron, aún lo comentan con fruición. Es, en ese sentido, algo más que una anécdota.
            Jugaban en El Peñón dos equipos locales de aficionados. Eran frecuentes esos partidos en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Hasta hubo campeonatos. En uno de esos encuentros, muy competido e igualado según cuentan, Celestino Padrón Molina (q.e.p.d.), que solía jugar de extremo izquierda y que con el paso de los años, por tal razón, fue popularmente conocido como Ormaza, en alusión a un extremo zurdo del Athletic Club de Bilbao, fue derribado dentro del área. El árbitro señaló lo que durante muchos años se llamó máxima pena.
            Mientras Padrón se dolía en la cancha y era atendido (“¡Ay, mi vientre; Ay, mi vientre!”, se escuchaban sus lamentos), los demás jugadores discutían quién lanzaba el penalti. Al final, se decidió -o decidieron- que fuera Alfredo García Hernández, popularmente conocido con el apelativo ‘Alfredín’. Era corpulento y despejaba con contundencia. Además, lucía un calzado puntiagudo, con tacos en forma de chasis, muy propio para los campos de tierra.
            En medio de la natural expectación, con el portero bajo palos y los demás futbolistas al borde del área, por lo que pudiera pasar, ‘Alfredín’ colocó el balón, tomó carrerilla y procedió al lanzamiento, Unos dicen que con la pierna izquierda y otros, con la derecha. Da igual, porque lo cierto es que lo hizo con tal fuerza y con tal potencia que no solo se marchó por encima de la portería sino que traspasó los límites del campo.
            Dicen que a Celestino Padrón se le quitaron de golpe todos los dolores cuando vio que aquella oportunidad de ganar el juego se había esfumado… por culpa de ‘Alfredín’. Y que al lanzador le cayó toda suerte de reproches al terminar el partido. Alguien apuntó que había sido por aquellas botas relucientes y puntiagudas.
            Lo cierto es que surgieron chanzas y bromas sin cesar. Durante mucho tiempo, durante décadas han estado circulando.
            “El balón fue a parar al “risco Moris”, era una de ellas. “Todavía están buscando el balón”, dijeron otros. “Aún no ha caído la pelota”, apuntan con inevitable sonrisa. “Se desinfló en el aire del punterazo que le pegó”, bromearon terceros.
            Probablemente, haya sido uno de los lances más singulares del fútbol portuense. No tuvo la trascendencia del que falló Ramos, desde luego; pero las circunstancias permiten recordarlo, sin querer comparar, con generosidad anecdótica.

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