lunes, 29 de noviembre de 2010

PINCELADAS

Pinceladas tituló Pedro González una segunda exposición de treinta y una acuarelas que hasta mañana puede contemplarse en la sede de la cofradía de pescadores “Gran Poder de Dios”. La serie abre de nuevo el universo de este artista portuense autodidacta, alumno de Clorinda Padrón y seguidor del francés Bernard Romain, ese universo que no podía permanecer oculto y que ahora se nos muestra con la pléyade de sugerencias que ya advertimos en su primera entrega.

Se han cumplido dos años desde aquella introducción que hicimos entonces en el Liceo Taoro, cuando confluían “un prestigioso artista y un artista debutante. Un profesional perfeccionista, infatigable; y un amateur tan modesto como perseverante”.

Hablamos entonces de una dualidad plástica. Ahora Pedro González (que firma Pegonza, para evitar confusiones) ha concurrido en solitario, acaso para confirmar que aquella eclosión suya era acreedora de una continuidad, justo por la que abogábamos en aquella presentación de una fría noche villera.

El autor prosigue desvelando un encanto bucólico. Techumbres, dragos, los bosques, los térreos, el verdor… Y la agradable sorpresa de los paisajes nevados. Las Pinceladas de González van atrayendo con el aire de inevitable nostalgia que José Javier Hernández García, su presentador de ahora, subrayó atinadamente para hacer “patente -escribe- el aferramiento de autor hacia esas arquitecturas nuestras, cargadas de historia, que se resisten a desaparecer o están a punto de hacerlo”.

Habló Hernández, sin querer profundizar en una descripción técnica de la obra de Pegonza, de llanuras isleñas bañadas por ocres y un singular color ceniza. Habló igualmente de luz sin sombra y resumió un inevitable aire nostálgico que impregna esta colección de acuarelas con la que su autor confirma rasgos muy bien aprendidos y muy bien plasmados.

Si los valores advertidos en su bautismo pictórico han sidos apreciados por críticos, expertos y otros pintores, ahora sólo tendríamos que congratularnos de la ratificación y confiar en que su producción no decaerá.








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