martes, 21 de septiembre de 2010

VOLVEREMOS A VERNOS EN OTOÑO

Cuando se apagan las voces de los grandes comunicadores, algo se pierde en el alma, en el ánimo de quienes respiramos la vocación. Queda su obra, de acuerdo, aquella que fueron labrando paso a paso, entrevista a entrevista, programa tras programa, canción a canción, poema tras poema. Pero se produce un vacío y los que andamos metidos en esto lo sentimos, palpamos que alguien falta, que ya no está la imagen, que ya no tenemos la voz...
Nos hemos quedado sin Joaquín Soler Serrano y sin José Antonio Labordeta.
El primero, maestro de periodistas, el genio de la entrevista, especialmente la televisiva, que dominó como pocos, con un estilo propio, con un rigor inusual, capaz de llegar al corazón del entrevistado sin atravesar vericuetos. Cuando la televisión era aún en blanco y negro, Soler Serrano daba color a las conversaciones frescas y directas con personajes de relieve: Octavio Paz, Josep Plá, Borges, Atahualpa Yupanqui, Julio Cortázar... que uno recuerde. Hizo del género una auténtica atracción y lo cultivaba con esmero. Fue posible conocer la vida y la obra de las más brillantes personalidades del arte, de las ciencias y de la literatura gracias a su arte para preguntar, para inquirir, para meterse en la piel del entrevistado, unas veces con guión y otra sin él.
Hizo una serie canaria con el título "A fondo". Le vimos alguna vez en la televisión venezolana. Y le escuchamos a menudo en la radio, siempre con la palabra adecuada, con el manejo del ritmo, dejando hablar...
Tras Soler Serrano, ha dicho adiós José Antonio Labordeta, el hombre que cambió las sanciones y la guitarra por el discurso parlamentario. Pero siguió teniendo la mochila y en ella almacenó su bondad, su visión de la vida, su humor y su desenfado, su 'aragonesismo' indómito. Fue el cantautor comprometido y el diputado atípico. Fue el creador respetado, el que siempre estuvo pegado a las aspiraciones y a las inquietudes de su pueblo. Crítico y autocrítico, abierto, sentimental...
Nada mejor que su propia poética para evocarle, junto a Soler Serrano, para hacer más llevadero este trance de su desaparición y en la confianza de que siempre nos quedarán su figura, su voz, su profesionalidad y sus excelencias:
"Volveremos a vernos en otoño
cuando los árboles inviten al sosiego
y en los ojos
de tantos desolados muchachos y muchachas
crezca la longitud del horizonte.
Nos veremos de nuevo
cuando la eternidad sea tan sólo
un paisaje cubierto de claveles
surgiendo de la tierra herida por la mano
suavísima de una adolescente".

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